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Pero probablemente existe un único Yassine Balbzioui: el artista permanente, 24 horas al día y 365 días al año pues, como él mismo declara, “soy artista por elección propia, he decidido dedicarme al arte plenamente y defiendo mi elección; lo he hecho desde el principio, a pesar de las dificultades intrínsecas de la profesión.”
Y es que de la profesión de artista él sabe mucho. Yassine Balbzioui nació y se crió en Casablanca, donde inició sus estudios de Bellas Artes, y continuó su formación en Burdeos y en Berkeley. Su condición lo ha llevado a viajar por medio mundo, participando en eventos de la talla de la bienal Dak´Art o la Bienal de Arte Contemporáneo de Berlín. Ha realizado todo tipo de trabajos, desde performances individuales a shows en grupo, pasando por talleres y aventuras como la de la agrupación de artistas Africa Light, de la que es cofundador. Porque si algo se puede decir sobre Yassine Balbzioui sin equivocarse es que es un hombre polifacético, pues realiza tanto música como instalaciones audiovisuales, pintura y arte performativo.

Incluso danza. “Fue en la bienal Danse, l´Afrique danse de Bamako. A la bailarina le entró un pequeño ataque de pánico en un momento dado de la performance y yo tuve que improvisar y salir a bailar ante el público. Si trabajas en este mundo, debes estar preparado para todo tipo de situaciones.”. Le pregunto si me equivoco al pensar que también existe en él una pequeña vocación de actor y si lo pone en relación con su trabajo. “Así es. He llegado a un punto de mi carrera en el que me siento con ganas y capaz de mezclar todas estas disciplinas y eso es parte del camino, sin duda.”
Me conduce a una cafetería de esta zona de París, ciudad en la que vive ahora y donde hace una pausa para seguir preparando los siguientes proyectos. Al entrar a elegir mesa, nos decidimos sin dudarlo por una en la que un gato espera sentado en una silla, espiando a las palomas a través de la terraza acristalada. Así que nuestra cita tiene un tercer invitado, que escucha nuestra conversación no muy contento por la interrupción que le suponemos.

Yassine me cuenta que está “en una fase de limpieza”, como él mismo la denomina. En el momento en el que nos reencontramos, el marroquí llega de la Stockholm Independent Art Fair de Suecia y durante los últimos meses ha pasado por Cerdeña, Marruecos y Holanda, trabajando incansablemente. Pero el estadio de Paris no es sólo intermedio, pues Yassine no para de ocuparse: en cuanto termine nuestro café de más de tres horas volverá al taller, a la “cocina”, como él la llama, en la que corta, sofríe, cuece y hornea las ideas que luego va a utilizar y mezclar. Y eso es precisamente lo que echa de menos en el panorama artístico actual, más labor y reflexión detrás de la escena. “El arte contemporáneo sigue abusando de la tendencia desfasada del minimalismo. Yo amo la generosidad estética y prefiero llenar mis producciones, hacerlas ricas, huir del vacío tanto visual como de contenido. Me gusta crear una sensación casi corporal.” ¿Y cuál es el estado del arte contemporáneo africano? Yassine no trata el arte de su continente de forma diferenciada, pero sí le reprocha haber caído en la réplica constante de “un par de clichés que siempre funcionan y que siempre se suponen de antemano. De un artista africano se esperará una obra con algún contenido político. O folclórico. O ambos“.
La prensa especializada suele reproducir esa visión del arte que el marroquí proclama, ese toque de humor, pues “en el arte, como en la vida, nada es demasiado serio”. Pero el lema, repetido hasta la saciedad, no termina de convencerme. He tenido la suerte de verlo en dos ocasiones en plena performance, con “Dibújame un cocodrilo” y con la famosa “Grosse tête”. Para el espectador es una experiencia intensa. Lo que empieza con una tímida sonrisa en las caras de la audiencia va transformándose en una sensación de duda e incluso angustia a medida que el artista va sobrecargándose con cartón u otro material, metamorfoseándose y quedando aprisionado físicamente en su propia creación. Estas performances me recuerdan el espectáculo de un mago, de uno de estos magos modernos de la televisión que van colocándose cadenas y, mientras los vemos manipular engranajes imposibles, nos preguntamos: ¿podrá salir al final? Detrás del presumido humor se oculta algo desacogedor…

¿Y qué decir acerca de sus máscaras que no se haya dicho ya? La máscara de Yassine Balbzioui como reflejo del teatro y la comedia de la sociedad; el ser humano actor, que muestra una cara diferente de la verdadera. La máscara que nos lanza una mirada inquisidora y el observador que se siente observado por ella. Y sus personajes, como dobles de él mismo; humanoides con rostro de animal. Como “Vogel” (de “pájaro” en alemán), que casi podría aparecer en una película de terror. O el personaje de la obra “The fish inside me”, que me hace recordar la fobia que el escritor H.P. Lovecraft tenía a los peces. O los humanos con cabeza de caballo de su serie “Le troisième masque” (la tercera máscara), inspirados por unos dibujos animados, pero que toman un rumbo un poco siniestro. O incluso los gemelos con corbata y caras de insectos del cuadro “The twin freaks”, que Balbzioui hace pasear por las animadas calles de Dakar y que podrían hacer un papel secundario en la siguiente entrega de “La mosca”.
En el vídeo “Le voyage des twin freaks” que os mostramos se dan varias escenas divertidas: los tiros a puerta contra el cuadro con un balón de fútbol o las caras de sorpresa de los transeúntes que se topan con la obra, por ejemplo. Pero incluso aquí sucede una escena que entristece, cuando atraviesan el mercado con el cuadro (¡qué idea!) y una señora comienza a llorar al ver la pintura porque le recuerda a su hermano fallecido, que era pintor.
En fin, hay algo que no cuadra entre tanto supuesto jolgorio y buen ambiente, y creo que el gato que nos acompaña también lo ha notado. De repente, el felino hace un gesto y me parece que va a quitarse la máscara de un momento a otro, como los personajes de Yassine. Pero sólo se ha levantado para irse, cansado de tanta cháchara.
“No hay necesariamente una intención o mensaje ocultos. En general utilizo elementos que me sirven de hilo conductor. Por ejemplo, en el caso de las palomas, en las que trabajo ahora y que funcionan como motor impulsor. Es así como funciono generalmente. De repente una idea o una imagen me apela, así que la utilizo y manipulo en el backstage, en la cocina. Una vez en la escena sigo atento, descubro algo nuevo que puedo llegar a utilizar después. Es como un laboratorio constante.”

En Holanda ha estado trabajando en la obra “Lazy Birds”, unas esculturas negras con forma de hombre-pájaro. Me dice que representan alos artistas, acomodados alrededor de una mesa, como parásitos, o tumbados, con una gran barriga. Son como palomas gigantes sin cara, vestidas de bolsas de basura. Más que graciosas, yo encuentro a estas aves lúgubres, tétricas. Cuando empiezo a perder la esperanza de que se quite la máscara que lleva puesta hoy, Yassine acaba contándomea episodios muy trágicos de su vida que, evidentemente, no reproduciré aquí.
“Últimamente, cuando las cosas se ponen feas, hago un ejercicio. Dentro de mi cabeza, visualizo el esterotipo de “rubia tonta” e intento ponerme en su pellejo. Así que, automáticamente, si veo la situación mal, me transformo en rubia”. Nos reímos mientras hace un gesto de Barbie.
Ya no sé cuántos “Yassine Balbzioui” existen, pero una cosa es segura: toda excusa vale para una buena metamorfosis.
Enlaces
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