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«Bezness as Usual» o cómo contar que tu padre se prostituyó con tu madre

Recuerdo muy bien la reacción de una compañera de trabajo cuando le conté que tenía un amigo en Túnez que se prostituía con extranjeras. También que me preguntara por él una y otra vez, si tenía noticias, si había encontrado algún trabajo. Me chocó que me lo volviera a recordar en la fiesta que organizó antes de abandonar el país donde vivíamos. Personalmente me había acostumbrado a ver cómo algunos conocidos recibían llamadas sin cesar de una amiga de Rusia o de España o de un amigo de Francia o Alemania. Había asimilado que el ligoteo con extranjeras era otro elemento más del decorado veraniego tunecino. A semejanza de los altavoces a punto de estallar con los últimos éxitos del mezoued o el olor a jazmín de los ramilletes que, por cierto también confeccionaba y vendía mi amigo para subsistir el resto del año.

Hace unos meses, mientras cruzada el Estrecho de Gibraltar durante el Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger, mantuve una intensa conversación con el director holandés Alex Pilstra, que había sido invitado para presentar su último documental Bezness as Usual. Yo aún no había conseguido verlo pero había leído alguna crítica y el enfoque me había parecido de un arrojo admirable. Mientras el viento y las olas del Mediterráneo mecían el ferry arriba y abajo, Pilstra me confesaba que esta película había sido una especie de trabajo de reconciliación con sus orígenes y con él mismo. Su padre los había abandonado a él y a su madre en Holanda cuando apenas tenía cinco años. Pasada la adolescencia, decidió tragarse años de interrogantes, meterse en un avión, cámara en mano, con dirección a Túnez para tratar de recomponer el puzzle de una relación que dio origen a su nacimiento.

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Las escenas en Super 8 con las que empieza el documental nos traen a los ojos imágenes de los resorts de la ciudad de Sousa en los años 70. Hordas de turistas se agolpan a la playa persiguiendo tostarse bajo el sol o refrescarse en las aguas turquesas de la costa mediterránea. En la zona de tumbonas y sombrillas se distinguen grupos de jóvenes tunecinos conversando con turistas del norte de Europa. En otra imagen se ven a otros extranjeros montados en camellos dirigidos por un guía. Son paisajes que parecen haber sido rodadas con efecto vintage hace apenas un par de años, antes de la masacre en esas mismas playas o en el museo del Bardo, cuando el país colmaba de turistas con pulsera fluorescente. En la siguiente secuencia Pilstra presenta sin demora a su padre, Mohsen, y a su tío, y desde el primero momento desvela que en aquella época ambos se dedicaban al bezness. El término es de sobra conocido por todos los tunecinos. Proviene de la palabra inglesa business (negocio) y define principalmente a los hombres y mujeres que buscan favores o se prostituyen con extranjeros. Mohsen y su hermano sonríen a la cámara con una naturalidad propiciada por las numerosas idas y vueltas de un director que viajó a Túnez por primera vez a los 21 años de edad. Pilstra va a conocer ese mismo día a una hermana que ha descubierto en Suiza, donde su padre también mantuvo una relación con una mujer que conoció en los parajes turísticos tunecinos.

Mientras  continuaba nuestro viaje de Tarifa a Tánger y el nuevo puerto de la ciudad marroquí se iba perfilando en el horizonte, Pilstra concluía que había entendido que esta práctica estacional está tan insertada en la sociedad que a nadie en Túnez le sorprenden historias como la suya. Él mismo tiene varios primos repartidos por Europa y a excepción de uno de sus tíos, todos se pasaban los veranos flirteando con extranjeras. En la película Pilstra entrevista a su tía, quien cuenta que los hermanos se encerraban en el piso de arriba de la casa familiar con un puñado de extranjeras y que para ella era una alegría recibir a gente de otros países. La ingravidez con la que se expresan las mujeres pone de manifiesto hasta qué punto se ha interiorizado un fenómeno que en otros contextos trasvasaría los límites de la moralidad. Incluso la actual esposa de Mohsen o la hija que tienen en común, asumen su pasado sin rastro de reproche o censura.

Si buscamos «cine tunecino» en plataformas de cine VoD como Filmin, una de las pocas películas disponibles con subtítulos en español es Bezness del director Nouri Bouzid, que por primera vez supo captar una práctica que ganaba fuerza con la apertura del país hacia el turismo. La película no estuvo ausente de polémica, puesto que la historia narra la relación de un tunecino con un turista francés. Aunque la homosexualidad sigue siendo ilegal en Túnez y la familia del protagonista no lo ve con buenos ojos, en el fondo se da una especie de asunción generalizada, pues saben que de esa relación podrían mejorar su situación económica. De hecho cuando los hombres tunecinos mantienen relaciones con extranjeros, la familia suele hablar de «un amigo» que le va a hacer los papeles para trabajar en España o Francia.

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Frente la ambigüedad del término bezness, el tío de Alex confiesa que en la época se acostaba con dos o tres mujeres al día y, sin rodeos, se autodenomina como un gigoló. Porque el bezness es un negocio que no corresponde con el modelo convencional de pago por obra y servicio. Túnez, por su cercanía de Europa, es un destino que permite viajes de ida y vuelta por un módico precio. Y cientos de jóvenes, ávidos de salir de un país dominado por la falta de perspectivas y por el deseo inmediato de emigrar, son conscientes de ello y buscan a toda costa turistas a las que embaucar. Se mantienen relaciones a distancia y con buenas palabras solicitan regalos o un posible matrimonio que les sirva de trampolín para colarse en Europa. De hecho, es frecuente que a los europeos se les apode como “passeport rouge” (pasaporte rojo). Lo mismo que logró Mohsen ya en los 70.

Pilstra se muestra contrariado cuando su Mohsen le pide dinero para un nuevo negocio o regalos para la familia. A él mismo y a su hermana Jasmine les embarga la duda de si ellos mismos no son la prolongación de un negocio, que una vez agotado con sus respectivas madres, se renueva en la relación padre e hijo. Y entra, al igual que tantos otros europeos, en el dilema de dónde emplazar los límites de la distancia cultural y del interés económico más flagrante. Su posición es comprometida, pues desde los 21 años ha hilvanado vínculos bastante estrechos con su padre y su nueva familia, y se comprende el titubeo en su expresión cuando le solicitan ayuda. Sin embargo, menos interrogantes se plantean los usuarios que han creado el foro Tunisian Lover Rats, donde diferentes personas que pasaron sus vacaciones en Túnez detallan sus desventuras y publican fotografías de sus amantes, en algunos casos desnudos, acompañadas de comentarios e insultos.

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La historia del padre de Alex Pilstra me trajo a la memoria al Pijoaparte, el inolvidable personaje charnego de la monumental novela Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé. Teresa, una estudiante de la universidad que procede de la alta burguesía catalana del barrio de San Gervasio, se siente persuadida por el mundo obrero del arrabal marginal de Monte Carmelo. Por otro lado, el Pijoaparte busca la aceptación de las clases adineradas y la ensoñación de cariz erótico o sexual con una chica rubia y de ojos azules de la burguesía catalana. En este caso, estaríamos hablando de una confrontación de clases sociales, la atracción de la una por la otra, algo que queda patente en el fenómeno del bezness: la fascinación de las europeas por un mundo exótico desmarcado de su realidad, donde reciben todo lujo de atenciones y mimos. Por su parte, los jóvenes tunecinos se acercan a mujeres u hombres de clase acomodada, con la meta de conseguir el preciado pasaporte rojo, regalos o sexo fácil en un país sometido a la moral religiosa y el recato sexual.

En todo caso, sean cuales fueren las razones, la pertinencia de Bezness As Usual es absoluta para abrir la veda de la dificultad de las relaciones entre personas que se sitúan a ambos lados de un abismo cultural y económico. Yo mismo me he planteado tantas veces la ambigüedad de algunas amistades que mantuve en Túnez. En algunos casos se asume ese tira y afloja entre el interés y el afecto. En otros resulta inadmisible. En otros prima la sinceridad. Pero como muestra Alex Pilstra, no existen reglas absolutas, los sentimientos a veces nos contradicen. Y en el conocimiento de la realidad está la esencia de saber a lo que atenerse.

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