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Portia Zvavahera: Cuando los cuadros son sueños

Autor: Riason Naidoo

En un período relativamente corto, Portia Zvavahera ha alcanzado la cima del estrellato internacional en el mundo del arte. Nacida en Harare, Zimbabue, en 1985, donde estudió, se formó y vive, junto a su esposo y sus tres hijos, esta talentosa y humilde artista crea pinturas poderosas, evocadoras y exquisitamente superpuestas. Estos lienzos se enriquecen con patrones decorativos dibujados a mano, inspirados en la moda callejera local, e impresos para asemejarse a diseños textiles o texturas de pieles de animales.

Figuras de mujeres y niños dominan el gran plano de las imágenes, reflejo quizás de las fases tempranas de la maternidad. Sin embargo, cada composición es única en sus cualidades formales, con extremidades exageradas, embadurnadas en rojos, morados, verdes y ocres, y más recientemente, naranjas y amarillos más brillantes. Áreas ricas y texturizadas contrastan con superficies que están completamente intactas por el pincel, exponiendo la imprimación acrílica blanca, un testimonio de la creciente confianza de la artista en los últimos años. Estas áreas no elaboradas permiten que las pinturas respiren y centran nuestra atención en las grandes figuras y formas soñadoras y fantasmales, descritas por expresiones planas de color y líneas delicadamente dibujadas.

Portia Zvavahera, ‘Abatwa’, 2023. Tinta de impresión a base de aceite y barra de aceite sobre lienzo, 245 x 260 cm.

Zvavahera tiene otro don; recuerda sus sueños y los traduce al lienzo. Estos sueños son más a menudo luchas del bien contra el mal, de la predicción, de criaturas demoníacas con cuernos y elementos reconfortantes de la naturaleza. Cada pintura es una oración, una meditación y una batalla.

Riason Naidoo habla con Portia Zvavahera con motivo de la exposición individual de la artista Pane Rima Rakakomba (Hay demasiada oscuridad) en Stevenson, Ciudad del Cabo, a principios de 2023.

Parece haber un fuerte vínculo en tu vida entre el arte y la espiritualidad. Retrocediendo un poco a la escuela, había una asignatura que solías disfrutar, donde te contaban historias bíblicas y luego tenías que crear una imagen o un dibujo sobre esa historia. ¿Fue esta tu primera experiencia en la conexión entre el arte y la religión o la espiritualidad?

No estoy segura porque entonces, en la escuela primaria, era una niña pequeña que hacía en clase lo que le gustaba hacer. No sabía que uno se podía ganar la vida con esto. Fue solo en esa asignatura, en la que se suponía que debíamos dibujar algo. Querían mostrar algo en la pizarra el día de los padres. ¡Era solo eso! Pensando en retrospectiva, esos momentos fueron asombrosos. Después de algún tiempo, cuando fui a la universidad y algo más tarde, empecé a tener una mejor relación con Dios. Mi abuela nos preguntaba qué soñábamos y ese fue el momento en que empecé a pintar algo espiritual. Ahora tengo una conexión con Dios y sé lo que hago.

Más tarde, en Forma 1 (Octavo grado), acabaste en la rama artística por casualidad, pues las otras opciones como informática y economía doméstica estaban llenos; así que el arte fue tu tercera opción. Mirando hacia atrás, ¿ves esto como una especie de intervención divina?

¡Por supuesto! Todos queríamos cocinar en la asignatura economía doméstica porque después podías comer lo que cocinabas. Era muy práctico y las clases estaban siempre llenas. Así que no era posible entrar. Desde Forma 1, la clase de arte iba en serio, tenías que dibujar y te evaluaban tu dibujo. ¡Así era!

En tu práctica profesional como artista, tus pinturas son, retomando la frase de la Bienal de Venecia del año pasado, «la leche de tus sueños». Se da ese patrón desde la escuela primaria hasta el presente, pues tu arte y tu espiritualidad son inseparables entre sí.

Cuando era más joven no era consciente de ello, pero ahora, mirando hacia atrás, podemos unir los puntos y ver las relaciones de lo que estaba sucediendo antes en mi vida y ahora en mi carrera como artista.

Portia Zvavahera, ‘Hauvatore’ (No puedes llevártelos), 2023. Tinta de impresión a base de aceite y barra de aceite sobre lienzo, 209 x 182 cm.

Al hablar sobre tu formación artística en el Estudio de Artes Visuales B. A. T. bajo la Galería Nacional de Zimbabue y después en el Colegio Politécnico de Harare, te refieres a uno de tus profesores, que fue bastante influyente en tu trabajo y estricto en los estándares que exigía a los estudiantes.

Sí, ese era Chikonzero Chazunguza. En la escuela de arte hacíamos de todo: cerámica, escultura, grabado, pintura… de todo. Un día nos dijo que teníamos que combinar dos técnicas en una obra de arte. Como disfrutaba pintando y haciendo grabados, combiné estas dos. Fue un profesor muy especial en mi carrera pues con él combiné estos dos medios. Si había una gota de pintura en tu grabado, decía: «¡Esto es un rechazo!» y te pedía que lo hicieras de nuevo. Si hacías una buena obra, quería ver si podías hacerlo de nuevo. A veces, en el arte, haces cosas buenas por error y no puedes repetirlo. Él te pediría que lo hicieras de nuevo. También quería que fuéramos nosotros mismos. Como artistas, siempre hay otros artistas que nos inspiran. Él no nos animaba a hacer eso. Quería que encontráramos nuestro propio camino. En la escuela de arte comenzamos a encontrar nuestra propia firma …

¿Quiénes eran los artistas que admirabas, que te influenciaron?

Thomas Kamungwana, Richard Witikani y Charles Kamangwana, este último estaba más enfocado en pinturas espirituales. Cuando comencé a hacer grabados y pinturas, me encantaban las flores. Las usaba decorativamente.

Mi novio (ahora esposo) solía comprarme flores y las guardaba en mi estudio. Yo solía esbozarlas (¡pensando en las bodas!) y combinaba las flores en mis grabados y pinturas. Cuando mostré mi trabajo al mundo, la gente comparaba mi obra con la de Klimt, lo que también es genial, ya sabes, porque Klimt fue sin duda un artista poderoso y maravilloso. Solo entonces empecé a fijarme en el trabajo de Klimt. No veía ninguna semejanza. Él seguía un camino y yo el mío.

Hablando de eso, hubo una combinación especial de tus obras y las de Gustav Klimt en una exposición en De 11 Lijnen en Oudenburg, Bélgica, en 2019. Debe de haber sido bastante especial y una conversación extraordinaria entre ambas obras. ¿Podrías contarnos más sobre eso y tus pensamientos al ver tu arte en ese contexto?

Fue una gran oportunidad y honor tener mi trabajo en el mismo espacio que el de Klimt.

Estaba fiándome en tu trabajo y en el de Virginia Chihota en el catálogo de la Bienal de Venecia de 2013, pues erais notablemente similares en estilo en ese entonces y hoy son notablemente diferentes. Ahora ambas sois artistas reconocidas internacionalmente, lo cual es un gran logro en tan poco tiempo. Es un buen crédito para las escuelas de arte en las que estudiasteis, para los profesores que tuvisteis y tu excepcional talento individual. ¿Erais las dos bastante cercanas?

Estudiamos juntas y hubo un momento en que compartimos un estudio. Luego nos casamos y tomamos caminos separados.

Estoy pensando en el ritual de compartir e interpretar sueños entre las mujeres de tu familia. En tus pinturas también, la figura de la mujer es consistente y central en tu trabajo.

Somos cristianos, creemos en la predicción, en la profecía. Cuando hablo de sueños, hablo de mi experiencia y la de las personas a mi alrededor. Hablo de mí misma. Por eso siempre hay una figura femenina en mis pinturas. Mi abuela nos decía que los sueños nos guían. Si es un mal sueño, rezas para que no suceda. Si es un buen sueño, rezas para que suceda. Es una comunicación entre Dios y las personas. En el cristianismo, también hay muchos falsos profetas, pero tus sueños nunca te mienten. Sigues tus sueños. Estás en contacto directo con Dios. De esa manera eres más fuerte.

Portia Zvavahera, ‘Ndirikukuona’ (Te estoy mirando), 2023. Tinta de impresión a base de aceite y barra de aceite sobre lienzo, 249.5 x 142 cm.

Eso es un regalo, ¿no es así? ¿Las demás mujeres de tu familia también tienen este talento para recordar sus sueños?

Estoy aprendiendo de ellas [las ancianas]. Siempre recuerdan sus sueños. Siempre quieres despertarte con algo. ¡Si me despierto y no recuerdo mi sueño, es tan doloroso! Me siento miserable. Los sueños son como una aventura.

Me da mucha envidia. Nunca recuerdo mis sueños. Solo un puñado de veces en mi vida que recordado mis sueños. Me da envidia no tener esta otra vida.

(Risas).

Comentas que lo que intentas representar en tu arte es un sentimiento. Así que están los sueños… las pinturas… y los sentimientos…

Trabajo con las emociones. Cuando pinto me transporto de nuevo a ese sueño y al sentimiento que hay en ese sueño. Ya sea un sentimiento feliz o triste, me gusta representarlo en el lienzo. Cuando hablamos de amor, hablamos de sentimientos. Cuando alguien dice «te quiero», ¡eso es un sentimiento! Así es como trabajo.

Hablando de sentimientos, fuiste seleccionada para el pabellón de Zimbabue en la Bienal de Venecia en 2013. ¿Cómo fue la experiencia?

Tenía miedo. Tenía mucho miedo. Recuerdo huir de las personas que querían hablar conmigo. No tenía la confianza suficiente para hablar de mi trabajo. Estar en ese espacio fue horrible.

¿Cuántos años tenías?

Tenía 28 años.

El año pasado en 2022 fuiste seleccionada para «The Milk of Dreams», curada por Cecilia Alemani, la exposición principal en la Bienal de Venecia. ¿Cómo fue tu experiencia al regresar a Venecia nueve años después?

Un sueño hecho realidad. En 2013 me preguntaba cómo se seleccionaba a alguien para la exposición principal. Fue un gran, gran honor que se mostrara mi obra junto a la de otros grandes artistas. Eso da confianza. La gente reconoce tu trabajo en otros países. A pesar de que tienes miedo, la gente quiere entenderte mejor. Aprendí que necesitaba ser fiel a mí misma, ser yo … decir lo que siento acerca de mi trabajo, inspirar a la gente. Necesitaba lanzarme.

Fotografía de la instalación con la obra de Portia Zvavahera, ‘Pane rima rakakomba [1]’ (Hay demasiada oscuridad), 2023.
Tengo bastante curiosidad por tu experiencia en India…

Estuve en una residencia de artistas en Bangalore [No.1 Shanti Road Studio Gallery] durante dos meses. La adoración por los animales no es algo que se dé mucho en Zimbabue. En la India, las creencias no están ocultas. Están ahí. Es algo que ves normalmente. La adoración a las vacas en la cultura shona es algo que hemos escuchado que se hacía en el pasado, en la historia. Era como ver nuestra cultura de Zimbabue en la India. Cuando sueño con una vaca, no es buena señal. Es un espíritu que no es bueno. ¡En la India la gente adora a las vacas! ¡Las vacas son dioses! Todo esto hizo que me planteara muchas preguntas. ¿Quién soy yo y en qué creo?

Descubrí que hagamos lo que hagamos bajo el sol, el final del día es el mismo. Fui al río Ganges. Allí, la gente reza y hace todo tipo de rituales en el río. Se bañan en agua sagrada. Los profetas usan el agua para purificar a la gente. Regresé a  Zimbabue y lo que se hace en la India también se hace en mi tierra… Pero en un lugar diferente, en un momento diferente y con personas diferentes. Por lo tanto, después de la India, me di cuenta de que todos somos iguales. Venimos de un mismo lugar. Las personas eligen la religión o el Dios que es mejor para ellos. En la India, la gente hace yoga y meditación. Es otra forma de adoración y oración. Cuando adoras a Dios, necesitas que tu corazón, tu mente, tu fuerza estén conectados con Él. Esa fue mi conclusión en la India.

Mencionas que de allí te fascinó el uso de las flores..

Ver cómo la gente usa las flores en la India fue increíble. Donde quiera que la gente use las flores, todo se vuelve más suave, trascendente. Las flores son mágicas. Aportan alegría y felicidad. Hacen que las cosas sean fáciles y acogedoras. Cuando vas a un funeral, usas flores. Anteriormente, empleaba flores en mis pinturas de vestidos de novia. Cuando uso flores, reconozco la presencia de Dios.

Las flores son motivos recurrentes en tu vida y obra. Dibujabas flores en tu estudio, hacías dibujos e impresiones de flores en tus pinturas. Oración, espiritualidad, religión, sueños… y también flores, parecen ser temas recurrente en tu vida.

En la India, la gente le ofrece flores a sus dioses. No puedo explicar el sentimiento, pero algún día volveré a la India para aprender más y profundizar sobre todo esto.

¿Cuáles son tus planes para el futuro?

Estoy preparando una exposición en la Biblioteca del Vaticano para el próximo año y tengo una muestra en un museo en Kettle’s Yard, la galería de arte moderno y contemporáneo de la Universidad de Cambridge.

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Artículo originalmente publicado en Africa is a Country

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