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Con todo, mientras algunos africanos viven a la deriva de los delirios homófobos de sus presidentes, algunos Estados han dado muestras de una mayor cordura en los últimos años y han legalizado homosexualidad, como ha ocurrido recientemente en Mozambique. Estos altibajos legislativos van acompañados de un creciente activismo por parte de una sociedad civil que no está dispuesta a seguir aceptando la violación sistemática de su derecho a vivir en paz. Asimismo, son cada vez más los artistas que cuestionan “el mito del África heterosexual”, que tal y como sostiene el historiador británico Marc Epprecht es la base discursiva de la homofobia en África. En el campo literario algunas obras de autores más como conocidos Abdellah Taïa, Binyavanga Wainaina o Nuruddin Farah han servido de altavoz de la situación de los homosexuales africanos hacia el resto del planeta. Y son cada vez más los autores que se lanzan a la publicación de novelas, poesías o relatos cortos sobre sus experiencias personales. ¿Y qué nos llega de todo esto? Hasta 2015 más bien poco. Sin embargo, ese mismo año, Mariana Jorge fundó Baphala Ediciones, una editorial especializada en literatura LGBTI postcolonial, que desde entonces ha acercado a los hispanohablantes cuatro títulos imprescindibles: El hermoso chillido de los cerdos de Damon Galgut, El peluquero de Harare de Tendai Huchu, el reciente Oda a la lata de Ghalib Shiraz Dhalla y Como el viento intocable, una antología poética de mujeres lesbianas de Zimbabue, que se presenta el 22 de junio la librería del Puerto de Santander y el 23 en Louise Michel Liburuak de Bilbao.

Justo el mismo año de la fundación de Baphala, la poetisa y editora sudafricana Makhosazana Xaba, colaboradora de la asociación GALA (Gay and Lesbian Memory in Action) ofreció un taller de escritura creativa a un grupo de mujeres lesbianas de la ciudad zimbabuense de Bulawayo. Xaba insistió desde el principio en la importancia de la escritura para exorcizar un dolor existencial común. Y advirtió que no esperaba de las participantes juicios de valor sobre la calidad de cada poema, sino simplemente comentarios sobre lo que habían sentido. Las participantes fueron las encargadas de seleccionar sus propios poemas y la escritora sudafricana les asistió en las correcciones de estilo necesarias para la publicación de los textos. De todo ello resultó Como el viento intocable, que sepamos, la primera publicación que recopila poesía de diferentes autoras lesbianas.
Como lectores, cuando sostenemos el libro entre nuestras manos por primera vez nos embargan una serie de sentimientos encontrados. Obviamente no estamos ante la precisión y la calidad de poetisas como Sophia de Mello Breyner o Gabriela Mistral. A medida que vamos adentrándonos en los textos de cada una, nos damos cuenta de que sería muy injusto establecer comparaciones con los grandes nombres de la poesía contemporánea. En este caso, el propósito de las autoras, el contenido, vence a la forma, pues se sirven de las posibilidades de la escritura para moldear una serie de emociones que han permanecido escondidas durante muchos tiempo. En este caso, la literatura existe como experiencia vital individual y compartida, como válvula de escape a una maraña de sentimientos atascados en lo más profundo de las entrañas. De hecho no hay más que leer una de las frases de la introducción para percibir la gravedad y la emergencia de la iniciativa: “Este libro está dedicado a todas las lesbianas que perdieron su vida en nombre del amor”. Estamos hablando de mujeres que han sido asesinadas o torturadas por querer a alguien de su propio sexo. Y algunas de las que han compuesto estos versos han sufrido la represión en sus propias carnes: “Un cuerpo hinchado/un alma vencida/un corazón sangrante/un espíritu hecho trizas/un ataque a mi existencia”, escribe Duduzile. No es solo una agresión física, sino moral, un puñetazo en toda regla a la integridad psíquica de toda una comunidad. Y todo este conjunto de sensaciones se desprende de la franqueza, la espontaneidad y la sensibilidad con la que las palabras de estas mujeres se deslizan ante nuestros ojos.
Estos textos nos llegan como un suspiro cercano, pues no hace tanto tiempo, en los años 70, en España la homosexualidad aparecía como trastorno mental en los libros de psiquiatría. Políticos como Tierno Galván afirmaban cosas del estilo: “Creo que hay que poner límites a este tipo de desviaciones, cuando el instinto está tan claramente definido en el mundo occidental”. Curiosamente la mayoría de los políticos africanos (y si me lo permiten, lo puedo afirmar aquí, incluso un buen puñado de intelectuales), apuntan la brújula hacia occidente para dar explicación a los orígenes de la homosexualidad en África. Por el contrario, infelizmente, son pocos los que se preguntan por los orígenes de la homofobia. Y es una verdadera pena que sigan machacando y castigando a la población en este sentido, hacerles sentir menos africanos, menos lo que sea, por el hecho de amar a alguien de su propio sexo. Mugabe y sus adeptos harían bien estudiándose las investigaciones de historiadores y antropólogos como Marc Epprecht, citado más arriba, Henri-Alexander Junod, Marc Carlson u otros muchos. Porque de verdad que lo sentimos, la homosexualidad ha existido en Zimbabue y en toda África desde la noche de los tiempos, y no es oriental ni occidental, ni blanca ni negra, sino una característica más de la diversidad del ser humano.
Como el viento intocable
Precio: 10 €
PÁGINAS: 56
TRADUCCIÓN: Arrate Hidalgo y Lawrence Schimel