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cultura africana contemporánea

La homosexualidad explicada a mi madre

Autor: Abdellah Taïa

Querida familia:

Es la primera vez que os escribo. Una carta para todos vosotros. Para ti, madre M’Barka. Para vosotras, mis hermanas, mis seis hermanas. Y para vosotros, mis dos hermanos. Os escribo con el corazón y con la piel estas líneas que por fin salen de mí y que surgen hoy con urgencia. No puedo no decirlas, trazarlas. Enviároslas. Explicar mi razonamiento, lo que soy, lo que escribo y por qué lo hago. ¿Explicarlo? Sí, explicarlo mejor porque siento esa necesidad interior y porque vosotros, mi familia, ni siquiera os habéis tomado la molestia de ver, de leer de verdad, lo que he publicado- libros, artículos, entrevistas… Explicarlo porque es lo que desde hace mucho tiempo nos falta en Marruecos: que nos consideren al fin y al cabo como seres dignos de recibir explicaciones, que nos impliquen realmente en lo que atañe a este país y que dejen de humillarnos día tras día.

Sé que soy escandaloso. Para vosotros. Y para los de vuestro alrededor: los vecinos, los compañeros de trabajo, los amigos, las suegras… Sé hasta qué punto os hago “daño” involuntariamente, os perjudico. Me expongo al firmar con mi nombre verdadero y con mi apellido verdadero. Os expongo conmigo. Os arrastro en esta aventura, que no ha hecho más que comenzar para mí y para la gente como yo: ¡existir por fin! ¡Salir de la sombra! ¡Levantar la cabeza! ¡Decir la verdad, mi verdad! Ser: Abdellah. Ser: Taïa. Ser los dos. Solo. Y no solo a la vez.

Más allá de mi homosexualidad, que reivindico y asumo, sé que lo que os sorprende, os da miedo, es lo que se os escapa: soy el mismo, siempre delgado, siempre con el eterno rostro de niño; ya no soy el mismo. Ya no me reconocéis y os decís: “¿Pero de dónde le vienen esas extrañas ideas? ¿De dónde le viene esa audacia? No lo hemos educado así… No solo habla públicamente de sexualidad, no, no, eso no es suficiente, habla de homosexualidad, de política, de libertad… ¿Quién se ha creído que es?”.

Soy de Marruecos. Conozco Marruecos. Tener éxito, existir, significa tener dinero. Aplastar a los demás con el dinero. Desde que nací, en 1973 en Rabat, ese es el ideal marroquí, el modelo a seguir. Al igual que vosotros, nací pobre. Yo rechazo ese ideal marroquí estéril. Esa banalidad. No me conviene. Estoy por encima de ello. El ideal marroquí, yo, a mi modesto nivel, lo reinvento. Lo relleno con nuevo contenido, con sentido, valentía y duda… Es eso, en el fondo, lo que os choca: resulto ser otro, algo que no habías previsto, visto venir. Un monstruo. Además, a vuestro lado, siempre he sido tan amable, estudioso y bien educado.

Debéis de haceros repetidamente la misma pregunta: ¿qué le hemos hecho? ¿Qué hemos hecho para merecer esto, este escándalo?

Ahora, ciertamente, debéis de odiarme, maldecirme. Para vosotros he dejado de ser, sin duda, un buen musulmán. También debéis de tener miedo de mí: me arriesgo al exponerme de esa forma en los libros y los periódicos.

Madre: sé que no estás de acuerdo con mis elecciones pero que continúas rezando por mí. Y eso me emociona. Necesito, desde la distancia, creer que tú también reinventas el mundo y los rezos musulmanes. Madre, sin duda no lo sabes, el anhelo por la revuelta me lo transmitiste tú. En nuestra casa, siempre has sido tú la guía, la estratega, la rebelde. La directora. Madre, incluso analfabeta, sola, durante los 25 años que pasé a tu lado, eras una escuela de feminismo. ¡Y qué escuela! Te admiro. No solo te quiero, repito: ¡te admiro! Tú impusiste tus elecciones a mi padre, a nosotros. Has completado tu obra: la casa de Hay Salam. Eras tú quien ahorraba dinero, quien compraba cemento, arena, ladrillos, quien contrataba a los albañiles con el “moqaddem”. Comprendiste, pronto, que no tenías más elección que ser un hombre en el lugar de los hombres. Mejor y más valiente que todos los hombres que nos rodeaban.

Desde luego, tu determinación por llegar hasta el final de las cosas se convertía ciertos días en una dictadura. Desde luego, tu manera de hablar era a gritos, con más y más gritos. Desde luego era imposible conversar contigo. Pero, a pesar de todo, a tu lado todo eran lecciones aprendidas.

Madre, Marruecos no son los demás, el gobierno, los religiosos, los eternos burlones, los “camorreros”, los impedidores, los celosos, los mezquinos. Marruecos entero, el que tengo dentro de mí y a quien también me dirijo a través de estar carta, eres tú.

Madre, tu nombre es magnífico. M’Barka. Procede del campo de Oulad Brahim. Tu historia y tu itinerario, de Tadla a Salé, pasando por El Jadida y Rabat, cuando los rememoro, me embelesan. Una epopeya. Sin lágrimas. Nunca te has rendido. No siempre has sido justa, sobre todo con mis hermanas, pero, hoy más aún, cada mañana, me quito el sombrero. Y reconozco las deudas pendientes contigo.

Tu lengua, madre, es mi lengua. Escribo inspirándome en tu manera poética de ver el mundo y de inventar rituales extraños y que son tan bellos, cautivadores. Escribo acordándome de tus gritos. Hoy grito para rendir tributo a tus gritos. Plasmarlos. Hacerlos visibles. Hacer que entren en los libros, en la literatura. Esa es, entre otras cosas, mi mayor ambición. Tus gritos como imagen de Marruecos. Tu nombre como símbolo de la mujer marroquí. Madre, puedo hacer todo eso por ti. Es mi única riqueza. Mi regalo. Mi deber.

Madre, Marruecos no son los demás, el gobierno, los religiosos, los eternos burlones, los “camorreros”, los impedidores, los celosos, los mezquinos. Marruecos entero, el que tengo dentro de mí y a quien también me dirijo a través de estar carta, eres tú. Es un Marruecos que no es perfecto. Un Marruecos en tensión, con fiebre. Un Marruecos en impulso. Te posee.

Madre, me dan igual los comentarios negativos de los demás sobre mí. Lo que tú dices, e incluso si no estoy de acuerdo con tu dictadura, lo escucho, lo analizo. Y tengo ganas de responderte.

Marruecos eres tú. Mi verdad, mi “yo” del que formo parte, lo quiera o no, mi homosexualidad, los libros que he publicado y los que llegarán, son para ti. Para mí es importante que me escuches, es tu turno. Que sepas que soy como tú. Nuestras luchas no son las mismas, pero, como tú.  

Es a ti a quien tengo ganas de convencer.

¿Eres analfabeta y no tienes cultura? Permíteme tener mis dudas. Conoces el misterio, el mundo invisible. Conoces la transgresión. La cultura es solo eso.

Nos llamamos a menudo. Pero no puedo decirte todo por teléfono. Vuelvo a convertirme en un niño tímido y un poco imbécil. Te lo escribo. Créeme, madre, no tengo ninguna gana de mancillarte, de rebajarte, de “inundarte de vergüenza”. Pero la verdad, mi verdad, necesito revelártela. Comunicarte lo que ha cambiado en mí. En Marruecos. En primer lugar, el cambio pasa por ti. Tú impusiste tus ideas a mi padre, al barrio. Al mundo. Yo no tengo más elección que imponerte las mías. Vas a gritar. Gritaste “de nuevo vamos a destrozarnos el corazón”. No importa. No me gusta la tranquilidad. El portugués Fernando Pessoa es mi poeta preferido. El escocés Francis Bacon, mi pintor favorito. La francesa de origen argelino, Isabelle Adjani, mi estrella. Ninguna de estas tres personas fuera de lo común se sentía (o bien se siente) en calma. ¿No los conoces? Repito sus nombres, son artistas muy importantes para mí y para mi compromiso con la vida: Fernando Pessoa, Francis Bacon, Isabelle Adjani. ¿Eres analfabeta y no tienes cultura? Permíteme tener mis dudas. Conoces el misterio, el mundo invisible. Conoces la transgresión. La cultura es solo eso. Decir lo que se ve. Lo que llega. Imponer la diferencia. Y la lengua. Superarse. Transformarse. La literatura, el cine, la pintura, etc. son solo eso. La revelación. Después la revolución. Cuéntales a mis hermanas y a mis hermanos todo esto. Mi ambición, mi modestia, mi intransigencia.

Fotografía: Abderrahim Annag
Fotografía: Abderrahim Annag

Yo no soy el único en Marruecos, madre. Algo ha comenzado en este país. Una ruptura real con las generaciones precedentes, que bien han abdicado, o bien se han rescatado. Nosotros somos del siglo XXI.

Intentan intimidarnos. Conducirnos a un supuesto orden moral, hacernos volver a nuestros supuestos valores fundamentales. ¿Cuáles son, para empezar? ¿Y quién decide cuáles son los valores que el marroquí de hoy en día necesita?

El mundo atraviesa una crisis sin precedentes en este momento. El mundo hace autocrítica. Se mueve. El mundo acoge a Barack Obama con inmensa esperanza. ¿Y qué ocurre en Marruecos? Nos meten miedo otra vez más. La vieja receta. Nos llevan hacia atrás. ¿Hasta cuándo esa ceguera? ¿Hasta cuándo esa arrogancia? ¿Hasta cuándo vamos a seguir ignorando y matando a la juventud de este país? ¿Hasta cuándo esa política del fingir? ¿No se merece Marruecos algo mejor? ¿Una modernidad de verdad? ¿Una revolución real de las mentalidades?

Al mirar de cerca, esta revolución ya ha comenzado. El único problema es que continuamos sin querer verlo. Algunos en Marruecos tienen un visible interés en que nuestra identidad marroquí no cambie ni un ápice. Ahora bien, hace años que ya no es la misma. Los jóvenes marroquíes de hoy lo han comprendido todo en relación a una cuestión tan compleja como esta. Son incluso muy sofisticados en sus reflexiones sobre este asunto. Podríamos incluso decir que de cierta forma ya están en la posmodernidad. ¿Pero quién comprende esto en Marruecos? ¿Quién les va a guiar en ese cambio? ¿Quién en Marruecos les va a integrar de distinto modo y darles confianza?

Perdóname, madre, hablo como en los libros. Pero vosotros, mis hermanas y mis hermanos, comprendéis lo que os acabo de contar. Habéis estudiado como yo. Habéis leído como yo los libros que nos traía nuestro padre de la Biblioteca General de Rabat donde trabajaba como chaouch. Tenéis los medios intelectuales para comprender lo que os cuento. No me digáis que hablo en el aire, que me enfurezco para nada, que mi combate está perdido por anticipado. No me digáis que entre en vereda como los demás. Que me alinee. Que diga: “Wana mali?”.

Os ruego que no me hagáis sentir como un paria. Un impío. Sigo, a mi manera, la continuidad de vuestra historia, de nuestra historia.

No puedo. Estoy en plena escritura. Es decir, tengo una cierta responsabilidad de cara a mí mismo y de cara a la sociedad de la que vengo. Estoy en pleno cuestionamiento. Un libro sale de dentro, interpela al mundo, a la sociedad. No puedo dejar las cosas por la mitad. Asumo las consecuencias hasta el final. No tengo ganas de bajar la cabeza. No soy un héroe. Pero ya no soporto la hipocresía y los estragos de Marruecos. Ya no soporto que proyectemos de nosotros mismos imágenes preconcebidas, “folklorizadas”, para atraer al turista. Ya no soporto que no se vea la riqueza real de este país: el imaginario, las historias, el misterio. LA JUVENTUD. Ya no soporto que no se ayude lo suficiente a Marruecos a alzarse y a crecer. Ya no soporto ese sistema que derrumba al marroquí de la noche a la mañana y que silencia las nuevas voces que emergen para contar el país de otra forma. Ya no soporto esa mediocridad y esa ruindad que se nos impone. Marruecos es, para mí, más grande que todo eso. Nos corresponde darlo a conocer del mejor modo. Aunque para ello haya que pelearse, librar una guerra. Darles a algunos la impresión de traicionar.

Querida familia, os doy la mano. Es algo sincero. Es algo naif. Soy yo: así soy yo. No os pido que comprendáis mis neuras, ni que me ayudéis a superarlas. No. Os ruego que no me hagáis sentir como un paria. Un impío. Sigo, a mi manera, la continuidad de vuestra historia, de nuestra historia. De los orígenes. No puedo aportaros nada para que os sintáis socialmente orgullosos de mí. Hoy. Esa no es mi meta. No me gusta el orgullo, sentimiento que obstaculiza. Sueño con el diálogo. Un diálogo imposible hasta hoy. No estoy en minoría. Soy vosotros, con vosotros, siempre con vosotros, incluso cuando rompo los tabúes. Incluso cuando os robo vuestras vidas para transformarlas en fragmentos literarios.

En mis libros y mis conferencias, os defiendo. Os reflejo. Os hago existir. Sueño con el día en que si alguien me insultara delante de vosotros diciendo: “Tu hijo, tu hermano es un zamel…”, vosotros respondáis: “No, es mathali”. Una palabra, una palabra tan simple y que cambia todo. Una palabra-revolución. Os toca decidir. No exijo nada. Yo continúo. Vuelo como puedo. Rezo, como mi madre, a mi manera: escribo.

Hay algo terrible en nuestra tierra: ¡el odio del marroquí! ¿De dónde procede? ¿Por qué existe? Por qué no atreverse a ser como uno es, liberarse. Liberarse incluso en la provocación y en el escándalo. Pero no hay otra forma de hacerlo. Mejor será olvidar el miedo e ir desnudo a enfrentarse al mundo.

Ahí está. Una vez más, desde la ternura, mi verdad. Para todos.

No me gustan los enfrentamientos inútiles. Estoy a favor de las batallas necesarias. La que libro con y contra Marruecos es útil. Lo pienso sinceramente. No debo de ser el único. Puedo hablar, escribir. Para mí y para los demás. Lo hago. Es un deber.

Salam afectuoso para todos vosotros.

 

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Traducción del francés: Alejandro de los Santos

La traducción al español de «L’homosexualité expliquée à ma mère» ha sido autorizada por Abdellah Taïa.

La fotografía de la portada ha sido cedida por Abdellah Taïa: «Mis padres. En mis manos. Mi madre M’Barka Aali y mi padre Mohamed Taïa».

 

 

1 Comentario

  • Julio Peña
    Julio Peña

    Sabes, Abdellah, me asombra lo parecido de las vivencias de lo que describes, entre Marruecos y Paraguay. La situación de la mentalidad, la juventud, las actitudes de los padres y adultos, el odio como recurso. Me hace ver que en la humanidad estamos en el mismo proceso, cada uno en la circunstancia de su cultura. Gracias por el fluir y claridad de tus ideas.

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