Autora:
Nduduzo Makhathini es un prolífico pianista sudafricano, improvisador, sanador, educador, estudioso y narrador. Posee un don único que le permite articular una identidad y una genealogía distintas y ricas. Su sonido expresa un profundo arraigo en su identidad étnica dentro de la cultura zulú, y un internacionalismo que encarna. In the Spirit of Ntu es su décima obra, y su segundo lanzamiento con el principal sello de jazz de Estados Unidos, Blue Note Records, y el recién fundado Blue Note Africa.
La filosofía de Ntu (derivada de la filosofía de ubuntu) habla de la fusión de lo físico y lo espiritual, por lo que, en conversación con Makhathini, he tratado de comprender cómo sigue tendiendo un puente entre lo artístico, lo cultural y lo espiritual a través de la canción y de la narrativa. Mi punto de partida para nuestra conversación fue algo que dijo en una entrevista anterior:
«Quiero intentar que el piano hable el idioma de mi pueblo, y con el idioma de mi pueblo me refiero al isiZulu… las estructuras melódicas del idioma… que se filtran en la forma de cantar de mi pueblo… estableciendo paralelismos entre el piano y parte de la música tradicional que hemos crecido escuchando».
Phuti Sepuru: ¿Cómo habla en In the Spirit of Ntu la lengua de su pueblo?
Nduduzo Makhathini: He estado luchando contra toda esa idea de lo que realmente cuenta como indígena, cuando todo se ha diluido. Además, ¿qué es lo que cuenta como indígena cuando se ha eliminado tanto? Como por ejemplo los muchos años de anulación y los diversos momentos de la trata de esclavos, el colonialismo de los colonos, el apartheid. ¿Todavía tenemos algo que sea autóctono dentro un grupo de personas en particular? ¿Algún sonido que no esté contaminado; un pensamiento que no esté contaminado?
Así es como llegué a Ntu. Tomo prestada una sensibilidad específica del jazz, pero hay otras historias anteriores a la llegada del jazz que me sirven para pensar en lo que importa como sonido de mi pueblo. Entonces empecé a pensar en separar el jazz y la jazzidad. Cuando hablo de jazz, se trata por supuesto de las historias transatlánticas, pero cuando hablo de la jazzidad hablo de la síncopa, el swing, la improvisación. Son cosas que siempre han estado ahí; no surgieron con la llegada del jazz a Sudáfrica en los años 30.
Me atrae especialmente el pensamiento de (el poeta y filósofo ruandés Alexis) Kagame al respecto. Habla de las cuatro categorías: umuntu, que contiene el aspecto espiritual —divinidades, los antepasados—; kintu; hantu tiene que ver con el tiempo y el espacio; y kuntu con la estética y la belleza. Teniendo en cuenta estas categorías, me di cuenta de que para que estos sonidos tengan sentido, tenemos que empezar a construir hogares para ellos. Para mí, la cosmología es una búsqueda: ¿de dónde se enuncian estos sonidos? ¿Cuáles son esos hogares? ¿Qué aspecto tienen? El sonido de mi pueblo también tiene que ver con el conflicto. También trata de la disparidad, de no poder tocar de forma concreta las cosas que son importantes para nosotros. También trata de la memoria colectiva, de las diásporas. En Sudáfrica, en concreto, el discurso del exilio y el inxilio, y cómo el jazz siempre ha surgido de este momento de desplazamiento.
Phuti Sepuru: ¿Cómo han servido los disturbios de Durban y los disturbios de 2021 como «lienzo» para esta obra?
Nduduzo Makhathini: Tenía que rodar en Estados Unidos y, por supuesto, no podía organizarlo. Así que le pregunté a Jaleel (Shaw), a Nasheet Waits y a todos los que iban a participar en el álbum si querían venir a Sudáfrica. Jaleel dijo: «Hermano, teniendo en cuenta los disturbios y los incendios, no lo creo». Así que estos son los temas de fondo y los acontecimientos que estaban teniendo lugar y empecé a pensar que siempre pensamos en el 76 (el levantamiento de Soweto) hasta los 80 (la violencia del apartheid), en la composición de (el pianista sudafricano Abdullah Ibrahim) Mannenberg y en cómo sitúa ese momento, pero en todo momento en esto como telón de fondo, como banda sonora.
Este álbum surge de todos esos fuegos en llamas. Estamos ardiendo porque el sistema siempre ha estado a un minuto del colapso. Y ahora, con la pandemia (COVID-19), incluso las sugerencias de distanciamiento social —¿cómo ejerce la gente el distanciamiento social si la has empujado a una disfuncionalidad extrema en los municipios?—. Empiezas a ver que todas las normativas son para un grupo de gente concreta que vive en una categoría concreta, —una clase—, pero no estás hablando con la mayoría. Yo soy una de esas personas que está en la mayoría no representada. El sistema ha traicionado miserablemente a los artistas. Así que dije: «Estoy con la gente que está cansada. Soy parte de esa gente que está cansada. Voy a tocar estos sonidos de esos fuegos en llamas». Y así surgió este álbum.
Esto es lo que estoy haciendo con este álbum: voy a arder por dentro hasta que aparezcan mis antepasados porque esto tiene que cambiar. Pienso en el fuego de forma simbólica.
Phuti Sepuru: Al escuchar Amathongo en el nuevo álbum, me llamó la atención la melodía disonante, que recuerda al amahubo (música indígena zulú), unida a un enfoque esporádico y conversacional en el piano. Esto se basa en una combinación de trance del groove del bajo, que cae en distintos momentos, contra un pulso fijo de la batería. También hay cantos vocales evocadores que hablan de rituales de curación tradicionales. Por favor, comparta más sobre esta composición.
Nduduzo Makhathini: Vengo de esa cultura y mi abuela solía cantar mucho amahubo. Ese recuerdo me acompaña siempre. En este disco, canto más que nunca en otros de mis álbumes y eso es lo que le gusta a la gente también.
Hace muchos años, descubrí (el libro) Indaba, My Children y ubaba (Credo) Mutwa, que habla de la palabra ithongo (paisaje onírico). Dice algo interesante porque dentro de la palabra ithongo, está la palabra ubuthongo, que significa sueño profundo. Pero para nosotros, es ser ‘uno con los dioses de las estrellas’. Eso me encanta. Y habla de iphupho —un sueño. Dice que uk’phupha es flotar. Así que hay un sentido en el que todas estas cosas, para mí, dan sentido a una cosmología que siempre ve el paradigma ancestral como un paradigma en el que estamos dentro, dentro y fuera. Y, por supuesto, utilizando el ritual como conector para existir entre ambos. Eso es realmente lo que hace la canción. La resistencia de la línea de bajo, frente a todos estos locos sonidos disonantes… es vivir en esos dos mundos.
Phuti Sepuru: La pista seis se llama Re-Amathambo y cuenta con la participación de la cantautora suiza Anna Widauer. Este tema conecta con el original Amathambo (huesos), que se encuentra en tu álbum de 2017, Ikhambi. ¿Cómo abordaste la canción?
Nduduzo Makhathini: Re-Amathambo es ‘re’ — una respuesta, pero también re (nosotros) en sesotho. Me interesaba la cosmología basotho.
Cuando estábamos de gira, empecé a contarle a Anna esta idea sobre mi visión del piano como tecnología ritual o espacio de adivinación. Le contaba que grabé la canción Amathambo como forma de intentar adivinar el futuro y las cosas que iban a suceder. Por un lado está la idea de que Amathambo está en el reino físico mientras explora algo que es intangible en otro reino. Algo que tiene que ver con que, como personas en el universo, estamos constantemente escuchando y pensando en cosas similares, pero desde contextos diferentes.
Anna parecía tener mucha relación con esta idea de revelar estas cosas: ¿cuáles son esos códigos que nos ayudan a entrar en un modo de revelación o en un modo profético? Antes se cantaba: «Weh mathambo, oooh mathambo, hlanganani». La historia era: había un hombre que iba a un curandero y cada vez que el curandero tiraba los huesos, éstos tomaban caminos diferentes, lo que sugería que su vida se estaba desmoronando. La unión de los huesos que el curandero cantaba significaba la unión de su vida. Así que introdujimos esa historia y escribí la letra, y salió lo que creo que es una hermosa versión de esta canción.
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Artículo publicado originalmente aquí