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El nombre «Imidiwan» signica «compañeros» en la lengua tamashek, y el proyecto musical nació tras el viaje de Xina a la ciudad de Timbuctú, en el centro de Mali, en 2010. Su proyecto de doctorado, sobre Ecología Sonora, lo llevó al desierto del Sahara para estudiar el silencio, lo que resultó en una grabación de paisajes sonoros, transmisiones de radios locales y actuaciones musicales. En el equipaje de regreso, tres meses después, había sonidos para mostrar a sus compañeros Gustavo, bajista, y Salsa, baterista.
La riqueza del continente africano, en términos de percusión, lleva a Xina, responsable de los samples y sincronismos, a considerar que ir hasta allí «es algo natural para cualquier músico«. Remite a África los orígenes de la música que es bailable, no sólo por la vía de la percusión, sino también por la electrónica y da el ejemplo del tecno, por tener raíces africanas.
«Tratamos de hacer las cosas de una manera muy despreocupada, sobre todo, pero con el objetivo de que la música se pueda bailar. ¿Si a nosotros mismos nos gusta bailar? Bueno, no necesariamente, pero nos gusta la sensación que la música provoca en la gente, cómo las hace moverse«.
Destacan el bajo y la batería como las principales fuentes de provocación, que atribuyen a la música de Imidiwan un carácter físico. Existe la voluntad de que su música, aunque presente una vertiente electrónica, no transmita frialdad. «Si se siente ese lado humano, sea Salsa a la batería o Gustavo al bajo, todo lo que se añade es únicamente para acrecentar«, afirma Xina.
Escogieron el dub precisamente por reflejar la valorización del bajo y la batería y partieron de esa base para la proyección de otras influencias, pero Xina insiste en recalcar que «no hay un punto de partida fijo, las cosas son siempre muy naturales«. Las sugerencia de cada uno de los que forman el grupo es determinante en el resultado final de su trabajo, a través de un proceso abierto de creación, asentado en el ensayo/error.
Hace siete años se dedicaban al drum ‘n’ bass, con un MC y un DJ, y después de desistir de este proyecto intentaron ganar otra consistencia, «con una persona que cantase, llamando a más músicos, lo que no resultó, bien por una cuestión de rutina, bien de empatía musical«, confiesa Xina.
La música electrónica les permitió apostar por la amistad y la complicidad musical, sin necesidad de recurrir a otros músicos. «Acabamos haciendo más percusiones, así que no necesitamos a un percusionista, y más arreglos, así que no necesitamos a un guitarrista, porque hemos acabado teniendo esa capacidad a nivel de la composición«, explica.
Xina tiene sangre caboverdiana por parte de madre. Gustavo no, pero desde que se conocen comparten el gusto por la música étnica y electrónica y recuerdan las madrugadas pasadas en Monsanto.
«Cuando teníamos 15, 16 años, íbamos mucho para Monsanto con un grupo de amigos y llevábamos violas, yembés y otros instrumentos de percusión y nos quedábamos allí, hasta las tantas de la madrugada, tocando simplemente«, recuerda.
Comenzó hace cuatro años a hacer sampling y, si bien antes Xina tenía una opinión muy crítica, pasó después a defender la sinceridad y el apego respecto a los samples de los que se apropia. Al regreso de su viaje, compartió con el grupo las grabaciones y reminiscencias de la experiencia en Mali, en particular de la comunidad tamashek, y quedó clara su voluntad de apropiarse de los sonidos y de la música que hacían.
«Fue que nos gustó aquello que oímos, lo cogimos y lo utilizamos, fue un elemento más de la música. Hay samples en que la música está hecha a la vuelta, pero en la mayor parte de las músicas que realizamos, es simplemente un elemento más que forma parte de ella«, identifica Xina.
«Para mí es mucho más una pieza del puzle que me gusta y que quiero incluir en lo que estamos haciendo, que tenga todo el sentido, que sea un plus» indica Gustavo.
El responsable de los samples, Xina, cree que quien los escuche querrá saber más sobre la comunidad tamashek y, aunque ese no sea el objetivo, les agrada la idea de provocar consciencias.
Cuando ya estaban grabando el EP Radio Tamashek, en enero de 2012, comenzó el conflicto entre los tuaregs que formaban parte de las tropas de Gaddafi y el ejército gubernamental de Mali, culminando con el éxodo en masa de la población hacia Mauritania. Recuerda con tristeza el día en el que la familia que lo acogió se vio obligada a salir de su casa para ir a un campo de refugiados, donde se encontraron hace cerca de dos años, en condiciones mínimas de supervivencia.
«Llegaron a decirme que iban a ir al campo de refugiados porque a Al-Qaeda había ido para Timbuctú e impuesto la ley de la sharia, que es una dictadura: las mujeres tapada; destruyeron mausoleos, destruyeron todo, una de las bibliotecas más antiguas del mundo, que tenía muchas cosas de Portugal y España«.
El grupo presta tributo a la comunidad tamashek de Mali, que se encuentra, en gran parte, dispersa por campos de refugiados. «Estamos siempre haciendo un tributo a esas personas porque merecen, por aquello que son a nivel humano, es algo que sentí en mi propia piel, pero también por aquello que tiene que ver con su cultura, a nivel musical«.
Quieren que el próximo trabajo, en este momento en fase de grabación, eleve la vertiente de la música de intervención a través de la contribución de invitados con esa capacidad. El lenguaje musical será de continuación, en relación con Radio Tamashek, pero va a incluir la cultura portuguesa, abordando el estado actual del país.
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* Texto y entrevista: Pedro Pepe.
Vídeo: Filipe Carvalho (más vídeos de Filipe Carvalho, haciendo clic aquí.)