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Ferguson, zoos humanos y otros desasosiegos de fin de año

Es posible que la mayor fuerza de la recién anulada instalación Exhibit B sea precisamente esa, la mediática. Eso que no buscaban los manifestantes de París que han forzado el cartel de «cancelada»: que este tipo blanco, estrafalario y de pinta antipática vea cómo se reproducen y multiplican su nombre y su perfil en las noticias sobre arte de esta semana.

Brett Bailey es, no lo escondamos, un personaje más bien agrio, que cae medio regular. No es sólo su condición de blanco. Bailey hubiera gustado más (o desagradado menos) si, en lugar de quedarse tirando fotos a los manifestantes de Londres desde el balcón para colgarlas en su facebook, se hubiera acercado a hablar con ese par de centenares que protestaban estos días contra una exhibición que es, cuanto menos, violentamente provocadora.

Exhibit B presenta a actores negros reproduciendo en parte aquellos zoos humanos, tan extendidos durante el siglo XIX y hasta casi la I Guerra Mundial, en los que se exponía como a animales a seres humanos de rincones exóticos del planeta, para divertimento dominguero de los ciudadanos de las mayores capitales europeas. Simplemente pensarlo ya da escalofríos. Ahora imaginen esa idea traspuesta a nuestro contexto actual, presentando de nuevo a negros y negras, de carne y hueso, que vuelven a ser cosificados por la injusticia del sistema contemporáneo. Es el ejemplo de la sala con los demandantes de asilo, que figuran bajo el rótulo de «objetos perdidos».

La instalación, a medio camino entre la clásica exposición de arte y la performance, confronta atrozmente al espectador con este capítulo de nuestro «hoy», y añade otro punto desalmado: las «figuras» que se observan no son meras esculturas, sino seres humanos de carne y hueso cuya mirada nos atraviesa y penetra en nuestro sentimiento de inquietud, de frustración o de vergüenza. Bailey, que se declara un antirracista absoluto, proviene en efecto del mundo del teatro, donde ha sido director artístico entre muchas otras cosas. Ésta es la segunda vez que se le anula Exhibit B, después de la revocación de última hora en un local tomado por el conocido Barbican Center de Londres. Pero, en realidad, su idea no es completamente nueva ni original.

exhibit b zoos humanos

Ya en 2011 el también parisino Museo Quai Branly proponía «Zoos Humanos, la Invención del Salvaje«, una exposición mucho más inanimada que nos hacía recorrer un camino con cuatro hitos, haciéndonos comprender la evolución histórica de la mentalidad viejo-europea que desembarcaría en la generalización de esos vergonzosos circos humanos. Todo en el tono pedagógico más propio del Quai Branly y con el conocido periodista Pascal Blanchard en el equipo de organizadores. No hace falta siquiera ir tan lejos para ver que la idea de Bailey es poco rompedora: este mismo mes de mayo de 2014 dos artistas, Fadlabi y Lars Cuzner, conmemoraban el centenario de la Exposición Universal de Oslo reproduciendo el “Congo Village”, un zoo humano organizado durante la mencionada Exposición. En boca de los promotores del Congo Village de 2014, se buscaba «cuestionar la pérdida de memoria colectiva, el proceso de construcción nacional, el mensaje de la bondad noruega, destacando un suceso muy olvidado en la Historia de Noruega». La iniciativa estaba movida por la misma voluntad de impactar al público, poniendo la cara colorada a los asistentes y tiñendo de la más vergonzosa de las memorias un evento lleno de patriotismo y orgullo nacional.

Con estos precedentes, hay que preguntarse qué es lo que resulta tan inaceptable en el caso de Exhibit B. Viendo el panorama artístico y cultural de los últimos 50 años en Occidente, nos cuesta creer que el problema estribe en el hecho de ser actores -negros- reales que se presten a ser observados en su desnudez. Cuántos millones de artistas desnudos, y cuántos en una situación casi vejatoria,  pasaron hasta hoy por museos, galerías y hasta calles…

 A raíz de la propuesta de Bailey, los medios de comunicación se han vuelto a llenar de imágenes de protestas que reivindican la dignidad negra. Empezó con el trágico suceso de Ferguson, se agravó con la mezquina manera de las autoridades de tratar el asunto, se contaminó la queja por medio mundo, y uno siente la necesidad de cuestionarse si hoy nuestro sistema sigue siendo tan racista como en la época de esos zoos, a sabiendas de que la respuesta es un «sí, en muy gran medida». Y sin embargo, irónicamente, esta instalación pretendía (dice el comisariado) ser un revulsivo que nos enfrentara con ese capítulo aún no cerrado, el de la esclavitud y toda forma de explotación humana. ¿Cómo ha acabado siendo percibido desde 180 grados en la curva contraria? Sentimos también la triste pregunta, rondándonos la cabeza, de si la reacción hubiera sido diferente si no se hubiera tratado de un blanco, como en el caso del Quai Branly, con el ex-jugador de fútbol Lilian Thuran como comisario, o en Noruega con Fadlabi, de origen sudanés.

exhibit b

Han llamado a Bailey oportunista; sin duda su reacción de «frustración» y «cabreo», como ha declarado sentirse, no le ha ayudado mucho. Pues, Don Brett, ¿a quién le gusta que vengan, de manera condescendiente, a salvarlo y redimirlo? Tal vez un blanco abanderando la causa negra y apropiándose de la que debería ser la narrativa de otro colectivo no sea lo más esperado a estas alturas, por muy sudafricano y antirracista que se haya nacido. No es de sorprender que lluevan las críticas.

Los organizadores dicen que no es posible comprender esta instalación sin visitarla, y a nosotros nos hubiera encantado mordernos el puño y entrar espantados a comprobarlo, sin tanta censura ni espacios de arte que acaban cediendo tan blandamente a la presión.

Que la justicia sea libre y haga su trabajo, persiguiendo a los culpables. Y que el arte haga lo propio: reinterpretar la realidad con libertad y empujar los límites de lo políticamente correcto. 

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