Efectivamente,
Aunque el Vaticano exigiera la construcción de un hospital y una universidad anexas a la basílica para compensar lo absurdo del gasto (ambos actualmente abandonados), finalmente Juan Pablo II consagraría el templo un año después de la apertura oficial de la misma. El 1 de enero de 1991 la Basílica de Nuestra Señora de la Paz se consagraba oficialmente al culto. Poco uso le dio su mentor Houphouët-Boigny, quién fallecería dos años más tarde dejando el templo en propiedad del Vaticano.
La basílica, que nunca ha sido catedral, se mantiene actualmente abierta, pero a sus oficios dominicales apenas asiste ningún fiel. Las dimensiones de la obra son abrumadoras: 195 metros de largo y 150 de ancho y una altura de 158 metros. Puede albergar a 18.000 fieles en su interior, está construida en mármol y sus vidrieras, realizadas por los mejores artesanos franceses del sector, son las más grandes del mundo. Su cúpula es un capítulo aparte, pintada en azul vítreo en su interior, la visión desde el interior de la misma nos hace perder la visión tridimensional. Su amplitud, 135.000 m2, es realmente una bóveda celeste: cuando fijamos nuestra vista en su centro, nuestros ojos no son capaces de percibir sus límites, creando así un efecto similar al que produce mirar directamente al cielo.
Actualmente el templo se encuentra en desuso e incluso ha supuesto graves problemas religiosos, puesto que Yamusukro se halla en plena frontera entre el norte, ampliamente musulmán, y el sur, de mayoría cristiana. Su ostentosidad choca con la pobreza del norte del país, que ha sentido en ocasiones la construcción como una provocación del sur cristiano y más desarrollado al norte musulmán y empobrecido. Este conflicto religioso es sólo una pequeña parte de otro de mayores dimensiones que aún asola Costa de Marfil y que desembocó en dos guerras civiles en los años 2002 y 2011.
La construcción de la basílica y su gestión ha generado, como era previsible, una gran cantidad de leyendas urbanas difícilmente confirmables. Entre ellas, el cuidado de los cocodrilos que a modo de foso medieval, custodiaban los alrededores de la basílica y el palacio presidencial contiguo. Al parecer, los reptiles se alimentaban de los torpes transeúntes que caían por accidente en sus dominios y de lo poco que sus cuidadores les procuraban. Al descender paulatinamente el número de visitantes y crecer el hambre que generaban los sucesivos conflictos de la zona, los saurios perecían por inanición o bien devorados por los habitantes de Yamusukro. Otras fuentes poco fidedignas aseguran que estos cocodrilos protegen el alma de Houphouët a salvo en su pueblo natal, posteriormente coronado como capital nacional por el propio expresidente.
La primera impresión que obtiene el visitante de Yamusukro al entrar en la ciudad y observar la basílica desde la lejanía es de la absurdez megalómana que llevó a idear un proyecto de tal escala. Lo extendido de dicha estupefacción ha llevado a su principal arquitecto, el libanés Pierre Fakhoury, a evitar actualmente la polémica acerca del gasto ocasionado para las arcas públicas de Costa de Marfil, y la disputa por la herencia de la misma en el seno de la familia del expresidente. El debate sigue persiguiendo pues, a una de las edificaciones más descabelladas construidas en el siglo XX, que despojada del polémico contexto que la rodea, continúa siendo una basílica imponente e impresionante que colapsa los sentidos del puñado de escasos visitantes que recibe al año.