Durante
Tuvimos que decidirnos por uno de los dos fines de semanas, ya que el FMM dura nada menos que once días. La gran concentración de artistas africanos durante la segunda parte del festival nos hizo decantarnos por esta opción. No asistimos a los conciertos de Amadou & Mariam, del gran Bassekou Kouyaté, de Baloji ni de Batida, pero sí a una gran pasarela de artistas provenientes de África que nos ofrecieron propuestas tan diferenciadas que evidencian el buen estado de salud y diversidad que vive la música africana en estos momentos. Sirva este artículo como crónica de lo allí vivido.
Miércoles 24 de Julio
Quizá fuera el primer día del festival el más flojo a nivel musical, no por el cartel planteado, puesto que los artistas propuestos tenían una más que sobrada experiencia, sino por los propios conciertos en sí. Los experimentos de fusión no siempre funcionan como deberían o se quisieran.
Comenzamos nuestra aventura festivalera con el caboverdiano Tcheka, guardian del batuku más moderno. Su propuesta, aderezada por el teclado soberbio de Ruben Alves, nos presentó ritmos cálidos unidos a su guitarra acústica, creando un ambiente sosegado y tropical que nos puso una sonrisa en la cara. La escasa distribución de sus álbumes fuera del territorio lusófono debería ser corregida lo antes posible. Subía al escenario posteriormente el maestro gnawa Hassan el Gadiri acompañado por la banda belga Trance Mission, para ofrecernos un concierto muy desordenado y con falta de chispa. Los continuos problemas de sonido y la descoordinación entre los músicos hizo que la supuesta mezcla propuesta por los dos colectivos no cuajara en ningún momento del espectáculo. En ocasiones la sensación era de nulo entendimiento por parte de los dos colectivos, lo que echó por tierra una de los conciertos a priori más interesantes de todo el festival. A Nathalie Natiembé le ocurrió algo parecido. Una de las grandes voces de la Isla de Reunión complementó sus melodías con un rock demasiado denso que dejó en segundo plano sus cualidades vocales. En definitiva, la banda que le acompañaba no le hizo ningún favor. Ahogada por un sonido muy potente, su espectáculo quedó un tanto frío. La próxima vez será.
Dicho esto habría que comenzar a poner en la palestra uno de los grandes inconvenientes que poseen las bandas africanas a la hora de viajar a Europa o América: los visados. Que a estas alturas tengamos que aceptar la inclusión de músicos que desconocen la música y ritmos de muchos de los artistas que acompañan supone una gran pérdida para la música africana. Sin desmerecer por los grandes músicos que se suben al escenario a solventar la papeleta, en muchos casos es imposible reproducir los sonidos de los países de origen de los artistas leyendo un pentagrama. Durante esta jornada del festival y en el concierto de Rokia Traoré sufrimos las consecuencias de la rigidez de fronteras de nuestro mundo. Un respeto al arte, por favor.
Jueves 25 de Julio
Nuestro segundo día de festival se presentaba realmente interesante, con Rokia Traoré como cabeza de cartel y los colombianos Ondatrópica como fin de fiesta. La sorpresa llegó sin embargo de manos de otras dos bandas: Imidiwan y Asif Ali Khan & Party.
Comenzamos la tarde asistiendo a la actuación de Extremadura Territorio Flamenco, que si bien no realizaron un recital demasiado compacto, deleitaron al público a través de su bailaor, que a pesar de no tener sin demasiados recursos encantó al personal. Bulerías, tangos extremeños y alegrías sirvieron para presentarnos a Pedro Cintas, un cantaor con futuro, y ver a una Pilar “La Ratita” un tanto fuera de contexto. Ya en el escenario situado en la playa, Imidiwan ofrecieron un concierto sorprendente y de gran calidad. Su propuesta se presentaba como una mezcla instrumental de Malí y Portugal a través de ritmos de blues tuareg con electrónica. Lo que no sospechábamos es que la electrónica provenía de Malí y las guitarras tuaregs de Portugal. Los samples de Xina ofrecieron una base perfecta que crecía con guitarras y percusiones, ofreciendo uno de los conciertos más psicodélicos del festival. Una gran sorpresa a seguir muy de cerca. Tomamos fuerzas para asistir al concierto de uno de los grandes reclamos del FMM de este año, la malí Rokia Traoré. Este mismo año en afribuku criticamos duramente su nuevo disco, demasiado rockero y falto de emociones. Esperábamos que su concierto nos quitara este mal sabor de boca que nos ha dejado “Beautiful Africa”, pero no fue así. La sorprendente e incomprensible buena acogida del álbum en Occidente ha favorecido que Rokia base su repertorio en el álbum, lo que no le hace ningún favor. Además su mayor baza, el maravilloso ngoni de Mamah Diabaté, se hundió entre el sonido rockero del montón que nos presentó. Canciones planas y poca energía. Únicamente “Ka mon Ké” consiguió conectar con un público que respondió fríamente. Esperamos que Rokia remonte el vuelo pronto… ¿en formato acústico? Nos encantaría.
Aunque ya fuera del ámbito africano, la noche continuó y de qué manera. Asif Ali Khan, uno de los principales sucesores del gran Nusrat Fateh Ali Khan, desplegó junto a su banda un qawwali que volvió al público literalmente loco. La banda proveniente de Pakistán firmó, a nuestro entender, el mejor concierto del festival. Que una música tan mística y difícil como el qawwali sufí consiga conectar con un público profano de esa manera sólo está a la altura de los grandes. Como colofón y tras la euforia pakistaní recién vivida, esa gran justicia histórica llamada Ondatrópica hizo bailar al público salsa y cumbia a partes iguales. La banda, formada por grandes mitos de la música sudamericana como Blas Sarmiento, Will Holland o Alfredo Linares, consigue con éxito actualizar los grandes momentos de la cumbia y la salsa más psicodélica de los años 70 y 80, presentándolos a una audiencia joven de una manera moderna y atractiva. Perfecto fin de fiesta para un gran día.
Viernes 26 de julio
El viernes se nos planteaba como el día menos interesante de nuestra estancia en Sines a nivel musical y aun más tras la ausencia del gran maestro indio de percusión Trilok Gurtu por motivos de horarios y aeropuertos. Menor presencia africana, pero finalmente se desarrolló una gran jornada festivalera con lleno absoluto y entradas agotadas.
La tarde comenzó con Winston Mcanuff & Fixi, combo jamaicano y francés que lejos de ofrecernos el típico concierto de reggae con instrumentos ajenos, nos deleitaron con un show distinto y diferente, que unía grandes melodías caribeñas con un acordeón francés muy integrado con éstas y unas percusiones beatbox muy bien planteadas. Bien cenados nos plantamos en un abarrotado castillo para asistir al espectáculo del gran Rachid Taha. El argelino no decepcionó en absoluto. Quizá porque su último álbum “Zoom”, grueso de su actuación, contiene grandes canciones, quizá porque su banda sonó fuerte y compacta o quizá porque Taha es un fabuloso maestro de ceremonias, el concierto supuso uno de los grandes momentos del FMM 2013. Escoltado por un superlativo Hakim Hamadouche a la mandola, Taha nos recordó que es posible formar una banda con músicos de diferentes países y hacerla sonar engrasada y compacta. Que sea el rey del raï moderno no es ninguna casualidad. Una brillante manera de crear sonidos contemporáneos desde la tradición sonando auténtico y a sí mismo. De su último álbum sonaron “Jamila”, “Zoom sur Oum” o “Now or never” y entre sus clásicos “Ya Rayah”, “Douce France”, “Voilà voilà” o su ya mítica versión de “Rock el Casbah” de The Clash que ya ha convertido en suya propia por derecho, haciéndola sonar mejor incluso que la original. Esperemos que Rokia Traoré tome nota.
Tras el gran concierto de Rachid Taha, el público de Sines asistió a uno de los espectáculos más sorprendentes, bizarros y, valga la redundancia, espectaculares que se han visto sobre un escenario. La Shibusa Shirazu Orchestra, provenientes de Japón, nos trajeron una propuesta difícilmente olvidable. Más de 30 personas sobre el escenario entre las que se incluían un pintor, un bailarín disfrazado de Mozart, dos chicas vestidas de manera tradicional japonesa moviendo cuatro plátanos perfectamente coordinados, más de diez músicos, una medusa gigante hinchable en el cielo y otras locuras varias nos hicieron alucinar durante casi dos horas. Una experiencia para vivir con la boca abierta, sin duda. Para acabar la jornada se presentaban los colombianos Bomba Estéreo, a los que el pasado junio entrevistamos con motivo de su gira africana. Centrados en la versión más electrónica de su propuesta y dejando de lado sus detalles más cumbieros, la formación de Cartagena puso patas arriba el festival haciendo bailar hasta a los barcos del puerto. Entendieron bien la hora a la que actuaban (3.30 am) y obraron en consecuencia. Gran directo y grandes canciones. Creciendo.
Sábado 27 de julio.
El último día del Festival de Músicas do Mundo de Sines se saldó con otro lleno absoluto y con las entradas agotadas. Esto da una idea de la magnitud que ha tomado este festival atrayendo a un gran número de incondicionales que crece cada año, según la organización.
Nuestra última jornada comenzó con Tamikrest, formación proveniente de Kidal, en el norte de Malí, o Azawad como muchos la denominan. Su música, directa heredera de Tinariwen, cuenta con un gran aliciente no tan común dentro de la escena del blues tuareg desértico africano: las canciones. Tamikrest tienen en su haber un magnífico cancionero basado en su excelente primer álbum “Adagh” y su muy digno sucesor “Toumastin”, que fueron desgranando durante todo el espectáculo ofrecido en Sines. Una grandísima dosis de sonido lleno de polvo del desierto que hizo las delicias del público a través de canciones como “Outamachek”, “Aicha”, “Tamiditin” o “Aratan n´ Tinariwen”. Y es que está al alcance de muy pocos poder silenciar a 10.000 personas con una canción tan delicada e introspectiva dedicada a la difícil infancia en el desierto como es “Aratane N´Adagh” y acabar siendo ovacionados de una manera tan apabullante. Sólo esperamos que el blues tuareg no sea una moda pasajera para el mundo occidental.
Continuó la noche de mano de Akua Naru, descendiente de ghaneses. La norteamericana, arropada por un grupo de músicos espectacular, ofreció un concierto soberbio en el que el hip hop más deudor de The Roots consiguió hacer bailar a todo el festival. Una presencia escénica magnética y canciones brillantes hacen pensar en Akua Naru como una apuesta segura de futuro, habiendo sido adulada hasta por el mismo Tony Allen. Canciones como “The World is Listening” o “Poetry How Does It Feel” embaucaron a los asistentes y el toque highlife que introdujo en “The Flame” nos hizo acordarnos de Ghana. Un talento emergente a seguir de cerca.
La organización del FMM programó a Femi Kuti & The Positive Force, previendo un final de fiesta en el castillo que nunca alcanzó el climax esperado. No hay duda de que Femi Kuti es un gran músico y lleva consigo a una gran banda, pero soporta una losa demasiado grande, ser el hijo de un artista único e irrepetible e inventor del estilo que él mismo mantiene como parte de su herencia paterna: el afrobeat. Que lo mejor de su actuación fuese la versión de su padre de “Water No Get Enemy” no lo ayudó en absoluto. Las comparaciones son odiosas, pero aun más si tu repertorio no está a la altura. Ver en un concierto de afrobeat a la gran mayoría del público hablando y no bailando no es buena señal. Aun presentando su último y buen disco,“No Place For My Dream”, Femi pecó de demasiados momentos de lagunas en los que la fuerza de su música se perdía para no recuperarse hasta que las trompetas y trombones hacían una de sus escasas apariciones. El afrobeat debe hacerte perder los papeles y esta vez no fue el caso. Esperemos que la próxima vez sí lo sea.
El festival cerró con un último concierto en la playa como colofón de once días de variedad y calidad musical incuestionable con el espectáculo de los sudafricanos y holandeses Skip & Die. Su propuesta resultó un tanto fría como final de fiesta mezclando electro-rock, algo de dubstep, un poco de cumbia y una pizca de hip hop que nos hizo echar de menos a Bomba Estéreo. Aún les queda mucho camino que recorrer y muchas tablas que pisar.
Y aquí afribuku finalizó también su festival, haciendo un balance más que positivo de una propuesta cultural excepcional. Si buscan un festival cómodo, con grandes conciertos (la calidad técnica del sonido rozó el sobresaliente) y en un marco incomparable, no duden en acudir a la 16ª edición del Festival de Músicas do Mundo de Sines. No se arrepentirán.
Para más información: http://www.fmm.com.pt
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Desde afribuku queremos agradecer especialmente a la organización su ayuda y disposición hacia nuestra revista digital, especialmente a Paulo Mestre. Esperamos volver a vernos el próximo año.
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