Especial Dak’Art 2016
Tras pasar por la bienal Rencontres Bamako y por última edición de la Bienal de Venecia, era natural que la Dak’Art recibiese por fin el trabajo de Délio Jasse (Luanda, 1980), un artista a medio camino entre la profesión de fotógrafo y la de archivista. A pesar de haber estado viviendo en la misma ciudad, Lisboa, y haber trabajado ya en la misma galería en Berlín, ha sido en Dakar donde finalmente nos hemos encontrado para discutir sobre su trabajo, sus inicios y sus proyectos.
Serigrafía, revelado, grabado, collage… Jasse domina todo tipo de técnicas fotográficas, incluidas algunas tan antiguas como la cianotipia, que ha expuesto en esta bienal de Dakar. El angoleño se ha mudado recientemente a Milán con la intención de enriquecer su práctica artística, lo que también ha repercutido indirectamente en sus horizontes lingüísticos. Nuestra conversación discurre pues en portugués, pero mientras hablamos de la Dak’Art, otros idiomas como el italiano se nos cuelan queriendo expresarse por la boca de Délio Jasse:
D.J: En la bienal de Dakar, además de intercambiar ideas, digamos que, de diez artistas, seis hablan cuatro o cinco idiomas. Eso permite comunicarse de varias maneras, la gente que comunica en cuatro lenguas piensa de modo diferente.
Esas cuatro lenguas son: inglés, francés,…
Bueno, yo ya no considero el inglés como un idioma, porque todo el mundo lo habla. Cuando te preguntan, ¿qué lengua hablas? «Hablo esto, esto , esto, inglés,…», ¡pues claro! Of course! [ríe]. Pero me parece interesante hablar en otros idiomas no tan usados o importantes en África. Por ejemplo, ya me he encontrado con gente que habla italiano, como el señor asistente aquí en la bienal. ¿Cómo es que hablas italiano?, le he preguntado. Por amigos, me dice. Mi padre vivió allí, etc.
Y la Bienal de Venecia, ¿cómo fue?
No la esperaba. Nunca había pasado por una bienal, aparte de Rencontres Bamako en 2011, que puede llamarse una especie de bienal, porque es un evento únicamente relacionado con la fotografía. Te deja exhausto, es sólo fotografía y más fotografía. Eso fue un inicio, un entrenamiento. Y después fue la Bienal de Venecia, a la que fui invitado por el comisario y artista António Ole. Me encantó, fue una experiencia muy, muy buena.
Es increíble porque, si aquí ahora en Dakar estoy cansado, allí estaba «partido». Es muy fuerte y muy intenso, en esa ciudad que no tiene coches ni nada, sólo puedes tomar la góndola o el barco, te mueves principalmente a pie, hay mucho turismo, estás todo el tiempo andando rápido, hay muchos eventos y fiestas, lo que es muy importante para intercambiar ideas y conocer artistas. Hay eventos durante el día y durante la noche, imagínate… Pero fue una gran experiencia: hacer contactos, ver trabajos de otros artistas,…
Una bienal, aparte de los contactos y los encuentros, ¿también te inspira entonces para tu trabajo?
Claro que sí, siempre es bueno saber qué está en el mercado, qué anda por ahí. En ese sentido me inspira y también me motiva ver lo que está sucediendo, cuál es la línea, de qué se habla, qué libro acaba de salir.
¿Y estar en Venecia tuvo algo que ver con mudarte a Milán?
¡No! Fue la misma época en la que me estaba mudando a Milán cuando António Ole me invitó a la bienal. Estaba un poco cansado de Portugal. Estuve allí cerca de diecisiete años y Lisboa me dio mucho; Portugal es mi segunda casa, después de Angola. Pero al final llegó el momento buscar otros puntos de vista. Es como llegar a la punta de la pirámide y mirar hacia abajo para ver qué pasa. Estando en la base de la pirámide no se puede ver lo que pasa alrededor, hay que subir a la cima. Me di cuenta de muchas cosas, no hubiera sido así sin haber salido. Cosas positivas.
¿Cómo qué?
Por ejemplo, en términos de investigación, que tanto me gusta, pude profundizar. Algunas cosas en Lisboa no son posibles.
¿Posibles para tu trabajo?
Sí, para mi carrera. En Portugal sigue habiendo muchas cosas bloqueadas. A pesar de ser una colonia de Angola [sí, han leído bien, los que conozcan bien el Portugal de hoy no se extrañarán de la afirmación], pero pocas puertas se abren para los angoleños. En otros países como Francia o Alemania hay más apoyo. Londres es un gran ejemplo. Yo tengo ahora un libro, por ejemplo, que ha sido escrito en la Universidad de Bayreuth, y me invitaron a proyectos allí.
Y en Portugal debería pasar lo mismo. En Lisboa ahora Ana Balona de Oliveira, está haciendo un gran trabajo en la Universidade Nova de Lisboa. Pero no es lo mismo.
¿Pero tú comenzaste allí tu trabajo, no? Es una especie de leyenda ya, pasaste de aprendiz a artista.
Sí, yo comencé en Portugal como ayudante en un taller de serigrafía. Y era aprendiz al mismo tiempo, casi alumno; esa fue mi escuela en Portugal. Una escuela muy amplia, pues tenía acceso a todo tipo de materiales, incluyendo libros de arte. El dueño era un primo mío que fue para Lisboa en los años setenta. Él después se fue a Mozambique y me dejó en otro taller con un señor muy especial y por el que tengo mucho respeto, por todo lo que me ocurrió a su lado: Es el profesor Jorge Bastos, que tenía un gran conocimiento no sólo de la técnica de serigrafía, sino también de fotografía, grabado y otros procesos de reproducción. Me fue pasando literatura. Me decía:»guárdame este libro, Délio». Eran manuales que me dejaba para que aprendiera, no sólo libros de técnica y práctica. Me decía: «Te lo presto, Délio. ¡Si lo llegas a vender, lo vas a pagar caro!». Él me daba esas cosas pero sin decir que eran para mí. Era como decir: es tuyo, pero cuídalo.
Pero también me dio acceso a máquinas fotográficas antiguas. Me acuerdo que la primera que tuve, que fue una Nikon analógica y que tengo hasta hoy, me la regaló por mis 25 años Yo trabajé y colaboré con Jorge Bastos durante 10 años, es mi maestro. Me dio serigrafía, fotografía, casi todo. Y yo también le di mucho: sonrisas. Y cariño [ríe]. Y hasta hoy lo tengo en gran consideración, cuando voy a Lisboa quedamos para cenar, le llevo un regalo. Es decir, doy lo que la gente merece, tengo en cuenta siempre quién es y lo que hizo por mí para ser lo que soy hoy.
¿Cuáles fueron las primeras fotos que tiraste?
Ya no me acuerdo, empecé a fotografiar objetos. Iba a parques y jardines y tomaba fotos de cosas estáticas, no de personas. Recuerdo ir al Jardín Botánico, o aquel de las palmeras de Belén. Iba a Sintra y allí iba tomando una noción de la luz, porque aquello parece un microclima con una atmósfera propia, y yo intentaba captar la penumbra, jugar siempre con varias tonalidades, haciendo pruebas. Esas pruebas las iba haciendo solo porque, además de hacer las serigrafías para Jorge Bastos, yo estudiaba tres días, es decir, que me centraba en la teoría, y «trabajaba» dos días: revelaba y tal. Eso lo hacía en mi cuarto, en la casa que compartía con estudiantes en Alfama. Allí creé mi primer laboratorio, mi primera cámara oscura. Aún tengo guardadas aquellas primeras imágenes, es como mi trofeo, las guardo y voy viéndolas.
¿Y entonces después pasaste a fotografiar personas?
Después pasé a hacer fotos de todo tipo de cosas, hago fotos todo el tiempo, hasta hoy lo hago. También depende del concepto. Últimamente estoy trabajando más con la arquitectura racionalista, años 40 y 50, Angola… Las épocas dependen de los sitios por los que me muevo. Me interesa mucho la arquitectura yoruba, o este tipo que hay aquí, Le Corbussier.
¿Y dónde se encuadra la serie «Terreno Ocupado» que está aquí expuesta en la Biennale?
Es un trabajo que desarrollé en Luanda. Es la primera vez que expongo una cianotipia, que es una técnica súper antigua inventada en 1842 por un John tal… no recuerdo el nombre completo y sin embargo recuerdo el año, que es difícil. Yo manipulo la técnica como hacían antiguamente, creando mi propia emulsión fotográfica o líquido sensible la luz, los collages, los negativos, … es decir, todo lo que hay y que no hay en un laboratorio, todo lo elaboro yo mismo por mi cuenta.
Artesanalmente, ¿es eso?
Casi. Manualmente, diría yo. «Hecho a la mano», en inglés, ¿cómo era?
«Handmade»
Exactly! [ríe]
¿Y en qué estás trabajando ahora?
En este momento tengo mucho trabajo, porque acabo de llegar de Angola, hace quince días. Es un nuevo proyecto relacionado con el tiempo, la velocidad, la mudanza. Desde 2003 todo va muy rápido en Luanda, muchas cosas cambiaron muy rápido en poco más de diez años, desde que hay paz en Angola. Yo llevaba dos años sin ir y ya me doy cuenta de los cambios. Estoy intentando crear un nuevo archivo de la ciudad de Luanda que trate no sólo de la Historia antigua, sino también de la moderna, de ese cambio constante, radical.
Tu trabajo está muy ligado al «archivo».
Yo le doy mucha importancia al archivo y a la identidad de las cosas. No sólo soy fotógrafo, también una especie de archivista de fotografías perdidas de desconocidos que encuentro en los mercadillos. ¿De dónde me viene esa motivación? Porque pasé siete u ocho años sin documentos en Portugal, tramitando el tema de mi nacionalidad portuguesa. Tengo derecho, pues mi bisabuelo y mi abuela la tenían, mis hermanos también, pero en mi caso hubo grandes problemas. Tener un pasaporte portugués facilita estar en Europa y moverse, no tienes que pagar visado, mucha gente tiene la suerte de tener esa doble nacionalidad. Me preguntaba, ¿por qué yo no? Lo único que yo quería era un papel con una foto y con un sello. Eso es lo que me obsesiona un poco. Si ahora coges un papel, lo firmo y le ponen un sello, puedes ir al banco y retirar 5000 euros. ¿Por qué es válido? Por la firma y el sello. Ese rótulo marca la diferencia, es una frontera en sí.
Mi trabajo gira alrededor de esa obsesión. Con tantas dificultades, barreras, puertas cerradas, comencé a pensar en números, firmas, sellos, fotografías, … No las llamo «fotografías», sino documentos, pues suelen tener números por detrás, sellos, sobreposiciones… todo eso tiene que ver con el archivo. Son hojas sobre hojas, imágenes guardadas, etc. Para mí todo es archivo. Incluso nuestra vida: cuando renuevas un documento y guardas ya estás archivando. Instagram es un archivo digital para mí.
Pero además de un archivo, Instagram es como una «segunda naturaleza» hoy. Se presenta un mundo que no es real.
Claro, pero todos los momentos del ahora, lo que estamos haciendo, lo puedes catalogar, etiquetar tus fotos según el sitio donde fueron hechas, etc. Yo, por ejemplo, ayer subí una foto con un artista de la bienal, esa foto es mía, es un archivo personal, aunque todo el mundo lo pueda ver. Me parece una buena herramienta, aunque debe saber manipular de una manera no tan brusca o fuerte.
¿Por qué dices «brusca»?
Porque a veces la gente usa esas redes sociales publicando cosas algo… no sé bien cómo describirlo. Te pongo un ejemplo: se toma la foto de otra persona que, por ejemplo, está borracha, hacen clic y etiquetan. Ya vi casos así, como de un músico súper conocido. Me parece que no se deben de hacer esas cosas. Pero sí está bien, por ejemplo, hacer una foto de tal o cual edificio de Dakar, etiquetar, después la gente busca para ver cómo es Dakar, o sigues a alguien y puedes viajar con él. En fin, hay cosas que funcionan y otras que no.
Instagram ha democratizado también la fotografía. Ahora parece que cualquiera puede ser fotógrafo.
Hay muchos haciendo fotos, pero yo no los considero fotógrafos. Quizás captadores de imágenes. En los años 70 no había fotógrafos, ¿quién tenía una cámara entonces? No había acceso, eran caras. Y hoy quien tiene un teléfono saca fotos. ¡Un teléfono es para hablar, no para hacer fotografías! El teléfono es el teléfono, aunque se lo haya costumizado con una lente. Hoy cualquiera hace fotos. He llegado a ver aquí a gente haciendo fotos, ya no con una tablet, sino incluso con un ordenador.
Yo mismo no me considero fotógrafo.
¿Te consideras un documentalista?
…un creador, al que le gusta usar la fotografía como medio.
Entonces, ¿qué es un fotógrafo? ¿El que conoce y controla la técnica?
El que tiene una visión, el ojo. La máquina no te da el estatus, es el hecho de ver. Hay muchos que tiran fotos sin la cámara.
¿Con el ojo?
Exacto. Si lo piensas bien, tu ojo es un obturador. Cuando lo cierras, puedes ver más lejos, tienes la profundidad de campo. Tiene un sensor que pasa a través del ojo hacia adentro. Cuando cierras y abres el ojo, estás haciendo exactamente lo mismo que una cámara de fotos al tirar la foto. Todos somos fotógrafos.
¿Y qué es el creador?
El que elabora cosas. Articula ideas. Piensa, idealiza y lo saca fuera.
Entrevisté una vez a Nástio (Mosquito) y me dijo que podía llamarlo «un materializador de ideas«.
Exactamente, puede decirse eso. Yo voy a buscar los papeles que me encuentro, por ejemplo, en la Feria da Ladra [rastro muy conocido de Lisboa, n. del e.]. Los recupero, manipulo, los saco y los muestro, poniendo a la gente a pensar. Pero hago un trabajo de arqueología, voy a buscar cosas que estaban casi enterradas. Es como excavar un ruina, así es como trabajo. Es… «arquifotografía», una investigación profunda.
Una investigación de imágenes, pero que sacas del contexto.
Sí. Las saco de su contexto inicial y las pongo en otro. Normalmente, convivo con esas fotografías, les tomo nuevas fotografías, vivo con esas familias o personas. En este momento estoy trabajando con un archivo de Mozambique, un archivo de Nampula que descubrí en la Feria da Ladra. Son unas 300 fotografías en papel que estoy lapidando. Tienen diferentes papeles con una marca detrás, Role, Fama, etc. Con la información de la marca, primero, intento componer, juntando las familias, con una lupa . Algunas tienen indicaciones, pero otras no.
Imagina, una vez compré unas fotografías de Guinea en la Feria da Ladra y descubro que el padre de mi amigo está en esas fotos. Yo al principio no lo creía, pero era su padre. En otra ocasión había descubierto unas fotografías muy antiguas, una serie con la que estuve trabajando mucho tiempo. Alguien me invitó a realizar el diseño de un flyer, un programa, del Musicbox, y utilicé una de esas fotos. Un joven que había cogido el programa lo llevó a casa y su abuela, al verlo, gritó: «¡Mira, ésta es Analinha! ¡Y esta soy yo!». Se puso muy contenta, y hasta me quiso conocer, pero por alguna razón no pudimos cruzarnos. Yo les iba a dar todo el archivo, pero creo que fue por cuestiones de salud.
¿En Milán también estás haciendo ese tipo de recopilación?
En Milán estoy repasando todo el material que he juntado todo este tiempo. Hace unos cuatro años hice un intercambio de archivo en Budapest, otro de Berlín, otro de Londres,… Estoy catalogando y organizando todo eso. Aerogramas, cartas escritas. Italia es mi base para trabajar y me voy moviendo a otros lugares desde allí. Pero tengo una lista de espera de trabajos que me espera. Ahora en Angola trabajé sobre el Cinema Karl Marx, que en su época se llamaba Cinema Avis y que ahora está en ruinas pero que estaba activo en los años 80, cuando yo era niño. Ya el hecho de ser histórico hace de él una especie de archivo.
El otro proyecto en el que trabajé es la plaza de toros en Luanda. Si no me equivoco, hay sólo dos plazas en África. Una en Angola.
La otra en Mozambique.
Eso es.
Te debe de gustar mucho el edificio utilizado para la exposición internacional aquí, el antiguo Palacio de Justicia.
Sí, me ha gustado mucho. Tengo que volver a Dakar para ver este tipo de edificios, que también se encuentran en Angola.
Ngũgĩ wa Thiong'o o el Nobel explicado a mi madre | afribuku.com
[…] listando “inglés, portugués e italiano”, por ejemplo, pero ni mencionan el kimbundu, el tamasheq o el xhosa, como si hablar un idioma tan diferente no fuera toda una riqueza […]