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cultura africana contemporánea

Achille Mbembe y Felwine Sarr: por el derecho a la reflexión

Los Ateliers de la Pensée o Talleres del Pensamiento acaban de celebrar su tercera edición en Dakar, en medio de una expectación creciente. Un extraordinario y hetereogéneo grupo de pensadores se han reunido de nuevo, para reflexionar sobre los actuales retos globales desde una perspectiva africana. Hablamos con los impulsores de un evento que se confirma como gran referencia del panorama intelectual africano y francófono.

Son cuatro días de intensos debates entre los panelistas y con los asistentes. El público es cada vez más amplio y heterogéneo, y sobre todo también más joven, atraído por la creciente influencia de los Ateliers de la Pensée o Talleres del Pensamiento. Un evento que reúne a selectas figuras, la mayoría francófonas y africanas o de su diáspora, y especialmente destacadas por el trabajo en sus respectivas áreas. Entre los presentes este año se contaban nombres como la antigua ministra francesa de justicia Christiane Taubira, el joven escritor Mohamed Mbougar Sarr, el reconocido artista franco-argelino Kader Attia o el antiguo ministro togolés de economía Kako Nubukpo, por citar solo algunos de los más sobresalientes.

Iniciados en 2016, los «Talleres» se han convertido en una especie de bienal de las ideas con sede en Dakar. Hoy por hoy, es una cita de absoluta referencia dentro del panorama intelectual africano y francófono, con una repercusión mediática cada vez mayor y un interés creciente desde espacios del Sur global. Esta tercera edición, con el título «Fluctuaciones de los mundos y prácticas de desvulnerabilización«, profundiza en los desafíos planetarios y en las soluciones puestas en marcha por que colectivos e individuos para enfrentar estos retos.

Afribuku ha vuelto a asistir a la cita para discutir, esta vez, con sus dos impulsores: el historiador camerunés Achille Mbembe y el economista senegalés Felwine Sarr, dos figuras que se han vuelto una especie de «estrellas» de aquello que algunos llaman el «pensamiento decolonial». Nos encontramos con ellos una tarde, después de las sesiones de los Talleres, en el hotel Djoloff de la capital senegalesa. Un cóctel va a comenzar y el ambiente es distendido. Como ya no somos desconocidos, Felwine advierte en confianza que espera una llamada y que, probablemente, tendrá que salir en medio de la entrevista. Estaba prevista para 15 minutos que se convierten en 45 al final, tiempo en el que abordamos en profundidad la evolución y los desafíos de este proyecto.

Estamos en la tercera edición de los Talleres del Pensamiento. Eso quiere decir probablemente que las cosas están funcionando bien. ¿Cómo nació esta idea? 

Achille Mbembe: Nació de una verdadera amistad intelectual y de una apreciación mutua por el trabajo del otro. Felwine acababa de publicar su libro “Afrotopia”, que ha dejado huella y que continúa impactando a medida que se traduce en varias lenguas. La última traducción ha sido publicada en Brasil, donde el texto es objeto de una reapropiación y de una contextualización a la situación específica del país. Yo acababa de publicar “Políticas de la enemistad”. Nos habían propuesto un encuentro entre ambos para debatir las dos obras. Y rápidamente, consideramos que estaba bien eso de discutir juntos, pero que era aún mejor aprovechar la ocasión para abrir un espacio de encuentros y de intercambios entre creadores, escritores, investigadores, pensadores… En resumen, todos aquellos que trabajan con la consciencia. Al menos dentro del mundo africano y la diáspora de expresión francesa. Y así es como nació la idea.

Nos pareció que el momento era de absoluta transcendencia. Porque había un consenso relativo en torno a algunos problemas, y también cuestiones sobre hacia dónde iba África, hacia dónde iba el mundo, cuál era el lugar de África en el nuevo mundo que se perfilaba y cómo íbamos a recuperar la iniciativa intelectual, en relación al discurso sobre África. Estaba claro que teníamos voces que contaban individualmente. Había que juntarlas y abrir nuevos caminos para ese momento concreto. Así es cómo veo el itinerario. Y usted lo decía hace un momento: yo creo que realmente funciona. 

Felwine Sarr: Teníamos el presentimiento, cada uno por su lado, de que había algo en juego dentro del espacio del pensamiento crítico africano y que existía el deseo de retomar las categorías a través de las cuales se había descrito el continente. Nos sorprendió la resonancia de la primera edición de los Talleres, el hecho de que se correspondía realmente con una expectativa que flotaba en el aire y que no nos habíamos equivocado de intuición. 

Personalmente, sigo sorprendiéndome cuando viajo y constato que existe este interés por parte de gente que no vienen necesariamente de medios intelectuales o artísticos; gente que ha seguido el evento por Facebook y que hablan de él. Y hay una serie de reapropiaciones plurales. El hecho de que vayamos ya por la tercera edición, además de la escuela doctoral, para mí quiere decir que estamos marcando el panorama cultural. Y tengo la sensación de que ese entusiasmo se confirma y que esa gran necesidad de pensarnos existirá aún por un tiempo.

¿Cuál ha sido la evolución y qué es lo que ha cambiado desde el primer borrador de idea de este proyecto? 

F. S.: Desde mi punto de vista, estamos evolucionando hacia una apropiación mucho ás importante de los archivos no africanos. Al principio, existía una afirmación bastante fuerte para retomar la iniciativa teórica sobre África. Había quizás la sensación de que los discursos extremos eran dominantes respecto a nuestras realidades, y la reivindiación de posicionarse y hablar de nosotros mismos era muy fuerte. Algo que, por cierto, algunos nos reprochan.  

Y sin embargo, hoy mismo hemos escuchado entre el público una crítica al recurso a la “biblioteca colonial”. 

F. S. : Está eso. Pero también algunos africanistas que piensan que África les pertenece, que es un objeto suyo y que tenemos que pedirles permiso antes de repensarla. Pero desde la segunda edición, que hablaba sobre las condiciones y las prácticas de lo vivo, y este año con la temática de la fluctuación de los mundos y las prácticas de devulnerabilización, siento que estamos evolucionando hacia la idea de ser un espacio de pensamiento crítico sobre las problemáticas del mundo. Las de África son importantes, claro, pero no solo. Tenemos la ambición de aportar, también nosotros, una mirada particular sobre temáticas no africanas, lo que es totalmente legítimo.  

Fotografía © Les Ateliers de la Pensée

La creación de la escuela doctoral, asimismo, dirigida a jóvenes doctorandos e investigadores con los que trabajamos de manera mucho más restringida, más íntima y cercana, sobre cuestiones de prospectiva en sus respectivas áreas de interés. Y, quizás, una tercera cosa que he notado hoy es la presencia de estudiantes de instituto, entre los cuales algunos han viajado hasta Senegal, y que han participado en los debates. Eso también lo considero una evolución. 

A. M. : Ha sido un gran momento del día para mí. 

F. S. : ¡Para mí también!

A. M. : Y para mucha gente. La toma de palabra de los jóvenes, una palabra segura de sí misma, en absoluto dubitativa. Bien posicionada y de amplias miras.  Ha sido fascinante. Y ha quedado claro que se solicita la presencia de los Talleres un poco por todos sitios.

F. S. : Es verdad que recibimos muchas solicitudes para organizar los Talleres en otros lugares… 

A. M. : Nos piden que los hagamos viajar. Pero creo que ha sido Saïd Abass Ahamed quien lo ha dicho hoy: para muchos de nosotros, es importante que este evento se realice aquí, en esta ciudad. No tenemos en África muchas ciudades que estén “abiertas” a este tipo de intervenciones. Y desde cierto punto de vista, Dakar simboliza también una larga historia intelectual que queremos revivir. 

¿Por qué la elección del Museo de las Civilizaciones Negras como lugar estrella, este año? 

F. S.: Para nosotros era importante el aspecto simbólico. Es un espacio que acaba de abrir. Habíamos estado aquí ya para discutir sobre la cuestión de la Restitución, por ejemplo. El museo es también, evidentemente, un laboratorio, un lugar de reflexión, de un cierto pensamiento sobre sí mismo. Y, además, tiene una anfiteatro bastante bonito. Hemos intentado conectar todas esas dimensiones. 

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Ningún pensamiento tiene un efecto inmediato, pero se lo quiere reducir a una «caja negra de soluciones».


Felwine Sarr.




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Hoy se evocaba en los paneles la cuestión de las fronteras heredadas del colonialismo, y yo tengo la impresión de que existen pocas conexiones entre el África de expresión portuguesa y el África francófona. Ustedes han impulsado un encuentro entre francófonos, principalemente. Aparte de los pocos intervinientes anglófonos presentes hace dos años, ningún lusófono ha participado en los Talleres. 

F. S. : Efectivamente, ha habido menos conexiones entre los intelectuales de los espacios lusófono y francófono. Con los de habla inglesa no es muy complicado. Estamos conectados con gente en Ghana, Nigeria, Sudáfrica,… Pero yo tenía en mente, y de hecho quería hablar de ello con Achille, hacer algo entre francófonos y lusófonos, o entre América Latina y África. Podríamos concebir unos mini talleres, por ejemplo. Se trata solo de una cuestión técnica de traducción que se puede resolver, si se anticipa con tiempo.

Felwine Sarr. Fotografía © Les Ateliers de la Pensée

Yo he ido varias veces a Brasil. Hace algunos meses hice un seminario y me encontré con un grupo llamado “La Fábrica de las Ideas”, gente que me ha insitido mucho en que organicemos algo juntos. Durante mi primer viaje allí conocí a una universitaria de Guinea Bissau que hablaba francés. Le pedí que me pusiera en contacto con intelectuales lusófonos, de Mozambique, Angola, etc. Y le prometí que iría, si me invitaba a Bissau. ¡Cabo Verde y Guinea Bissau están aquí, justo al lado! Achille y yo vamos a menudo a América Latina, y allí me he encontrado siempre con un fuerte anhelo de África. Son ejes en los que no se suele pensar automáticamente, pero es necesario un esfuerzo para articularlos.

A. M.: También es una cuestión geopolítica. Ya se sabe qué lugar ocupa el inglés en el espacio intelectual internacional. Dentro del campo africano, los lusófonos y los francófonos que quieren participar en los debates internacionales dentro de las redes de producción de saber están más o menos obligados a escribir sus artículos en inglés y publicarlos en revistas anglófonas. Claro que esto no debe ser obstáculo para todos los compromisos colectivos, pero es verdad que hay un problema de equilibrio en el acceso a los recursos. Y los lusófonos y francófonos van con un poco de desventaja. De ahí, precisamente, la necesidad de alinear estos ejes, para asegurar un ascenso común. 

Sin duda están al tanto de esa crítica que se repite a menudo, que dice que los Talleres son simplemente una especie de encuentro entre iniciados, muy poco accesible y que no tiene ningún impacto en la vida corriente de la gente. ¿Qué responden a eso? 

F. S. : Hay varias cosas que se pueden escuchar dentro de esa crítica. Una parte atañe al anti-intelectualismo que existe a escala global contra todo aquello que se distingue y que exige. Ese término con el que nos designan de “élite”, impropio, pues nosotros somos también gente del pueblo. Y los mismos que hacen este tipo de crítica, sin embargo, van a referirse a las élites en otros campos que sí consideran importantes. En la aeronáutica por ejemplo, vas a querer tener buenos ingenieros y pilotos. Y cuando estás enfermo vas a ver a un buen especialista, alguien que ha estudiado más de diez años, etc. No comprendemos las matemáticas complejas, pero está bastante aceptado que son útiles para la sociedad. Pero cuando se trata de las ciencias humanas y sociales, que consideramos que están al alcance de cualquiera, todo cambia. 

Lo segundo que veo es la crítica a la inmediatez del efecto, a la temporalidad. Ningún pensamiento tiene un efecto inmediato, y sin embargo se lo quiere reducir a una caja negra de soluciones. El pensamiento lleva su tiempo antes de inspirar formas prácticas y de intervención en el campo social. Y también está todo el tema de lo inmaterial. Si agarro un trozo de madera y lo esculpo o hago una silla con él, todo el mundo puede ver su utilidad. Pero el pensamiento es, en sí mismo, un acto, que siembra por todos sitios. Y tomo mi caso propio como ejemplo: son los pensamientos de otras personas, los libros y novelas que he leído, los que han hecho de mí el individuo que soy hoy en día. Es eso lo que me ha construido y lo que tiene un impacto en mis decisiones de vida y en mis acciones. El pensamiento es un motor, absolutamente fundamental, que me ha alimentado, solo que ese alimento es inmaterial; se trata de un alimento para las subjetividades, algo mucho menos nítido, pero también mucho más fundamental y que tiene que ver con el entendimiento humano, que es la sede de la acción humana. Un pensamiento me ofrece una intelegibilidad nueva de los fenómenos, tiene un impacto en mis subjetividades, y eso hace que yo me comporte de manera diferente; me ayuda a llevar a cabo acciones que son productoras de realidad.

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«El populismo se alimenta del anti-intelectualismo» .

Achille Mbembe.



Hay una crítica constructiva, por supuesto, relacionada con un deseo real de propagar el pensamiento a todas las capas de la sociedad. Pero ese es otro trabajo. Un trabajo de traducción, de divulgación; un trabajo respecto al formato. Queremos que la plusvalía intelectual se reinyecte en el cuerpo social, pero tampoco se nos puede pedir que lo hagamos todo nosotros. Es el profesor de instituto quien tiene que llevar los textos a clase para que los estudien sus alumnos, por ejemplo. Pero en vez de hacer cada uno su parte, quieren que nosotros lo hagamos todo. Nosotros, por lo menos, estamos haciendo lo que nos toca. Estamos en esas áreas, nos pagan por reflexionar, es nuestra profesión. A fin de cuentas, nos están recriminando por hacer nuestro trabajo, me parece bastante curioso. 

Todos esos regímenes están presentes en la crítica. A veces se pueden distinguir, pero a veces también hay algo más oscuro: una cosa de la que todo el mundo habla y que atrae a ciertas personas, hay que buscar algo para criticarla. Y después, creo que hay un cierto odio de sí mismo, una mediocridad ambiente que no aguanta lo que yo llamaría formas de exigencia. Y, sinceramente, yo creo que a las sociedades hay que impulsarlas hacia arriba y no hacia abajo.  

Jornada en el centro Raw Material Company. Fotografía © Les Ateliers de la Pensée

La última respuesta que doy: todas las sociedades están dirigidas e impulsadas por las élites. Se trata de un 1% o 2% que toma las decisiones y las elecciones. Y esa élita, si llegas a tener un impacto en ella, también lo tienes en la sociedad. No va a ser mi abuelo en Niodor el que piense la política económica de Senegal, sino gente que planean conceptos en ese tema. Y si conseguimos hacer que esa gente vean las cosas de manera un poco diferente, estaremos logrando un verdadero impacto. Todo orden económico, social, político, cultural, etc. está fundado sobre una epistemología, es lo que hace funcionar un mundo a la base. 

A. M.: No hay prácticamente nada que añadir, Felwine ha respondido de manera exhaustiva. No se puede ser a la vez cocinero, carpintero, zapatero, costurero,… Efectivamente, existe una atmósfera muy anti-intelectual, no solo en África, sino un poco en todos sitios .Y el populismo se alimenta del anti-intelectualismo. Frente a todo eso, es necesario luchar para hacer un hueco al libre arbitrio. Creo de verdad que hay que rehabilitar un derecho al pensamiento, en cuanto que dimensión de los derechos humanos fundamentales. Fuera de esta especie de yugo utilitarista que ha reducido el acto de reflexionar y de argumentar, de comunicar, y que empobrece eso que entedemos por la razón. Felwine tiene mucha paciencia, yo soy muy impaciente. Solo a los africanos se les pide que no piensen. 

(En este momento, llega la esperada llamada. Felwine Sarr se disculpa por tener que abandonarnos debido a una urgencia logística: la artista maliense Rokia Traoré, que participará en la programación paralela de los Talleres con un espectáculo, está bloqueada en el aeropuerto de Dakar.)

Cuando murió DJ Arafat, usted (Achille Mbembe) declaró en algún sitio que no conocía al músico. Es verdad que no se puede “ejercer todos los oficios” a la vez, pero ¿cómo acercarse a esa juventud para la que una figura como Arafat es la referencia? 

A.M. : No, no lo conocía. No se puede conocer todo… Yo no aspiro a tener la influencia de un DJ Arafat o de un Samuel Eto’o. Tenemos que preguntarnos también qué tipo de ideología vehiculan esas personas. ¿Se trata realmente de ideologías liberadoras? ¿O son más bien expresiones singulares del ethos neoliberal que carcome nuestras sociedades? Coches grandes, mujeres despampanantes, relojes de oro… ¿Es eso lo que queremos celebrar? Una forma de caridad que construye hospitales por ahí, y mientras tanto las estructuras sanitarias del país continúan en un estado deplorable.

¿Cómo dirigirse a esa juventud, entonces? 

A. M.: A no ser que abra mi propia iglesia, por ejemplo, no veo cómo me puedo dirigir a la multitud. Necesitamos mediaciones, como los medios de comunicación, el mundo del teatro, el mundo artístico, etc. Es lo que hay que crear, convergencias. La dificultad que tenemos aquí en África es precisamente la de establecer redes en las que cada uno aporte una parte singular, aquello que sabe hacer mejor. 

¿La escuela doctoral se creó un poco en ese sentido? 

A. M.: Exactamente. Porque hay que producir a las nuevas generaciones. Gente que va a estar lo suficientemente equipada para afrontar los retos propios. Pues, como decía Fanon, toda generación debe enfrentar sus propios desafíos y responder de manera creativa. Esta formación es pues crucial para fortalecer la voz de África en el concierto de naciones. Y eso empieza por la recuperación del poder de descripción, que es prealable a la capacidad de contar el relato propio. Si recuperamos este poder de descripción y de interpretación de esas vidas, que no son otras que las nuestras y que conocemos de forma íntima (pues nadie conoce nuestras vidas tanto como nosotros), habremos contrubuido a una mejor comprensión del drama humano en este principio de siglo, de manera general.

Achille Mbembe. Fotografía © Les Ateliers de la Pensée

Cuando los escucho, yo que soy pesimista de naturaleza, siento alguna esperanza. Pero es verdad que la descripción del programa de los Talleres de este año deja un gusto bastante amargo, dibuja un futuro muy oscuro. ¿Podemos no ser pesimistas hoy en día?   

A. M.: Sí, ¡no ganamos nada siendo pesimistas! Dicho de otra forma: no perdemos nada si lo intentamos todo para que lo poco que nos queda sea lo menos malo posible. Es un poco en esa perspectiva donde nosotros nos situamos. El estado del planeta deja mucho que desear. Es posible incluso que la humanidad no esté aquí por mucho tiempo más. Es una posibilidad objetiva, si no se hace nada y, de hecho, muchos piensan que ya es demasiado tarde. Pero si seguimos en la misma trayectoria, nuestra aventura aquí abajo habrá sido demasiado corta. Nuestros miles de años no son nada comparados con los millones de años de historia geológica de la Tierra. Estamos, en efecto, frente a decisiones bastante radicales. Pero no podemos tomar esas decisiones a partir de posiciones derrotista, diciéndonos que no se puede hacer nada. Si eso es así, paremos el juego, entonces. En lugar de eso, el poco tiempo de juego que nos queda, hagamos como si quisiéramos ganarlo. En cualquier caso, para nosotros en África es la única opción posible. 

Esa era mi pregunta final: ¿Qué puede aportar África al resto del mundo sobre esta cuestión? 

La paradoja de África es que es a la vez la región más vieja y la más joven del mundo. Y también es la región que ha experimentado los límites más extremos. Todo aquí habrá sido extremo. Y hay que presuponer que, como es algo que ha durado tanto tiempo, seguramente hemos conseguido acumular mucha historia y conocimientos sobre cómo producir la vida en situaciones que se consideran inhabitables. Precisamente, la experiencia de los extremos es la era en la que entra nuestro planeta, todas las regiones sin diferencia. De repente, África se vuelve muy interesante en la era del Antropoceno. Es lo que la hace absolutamente “excitante”.

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*Todas las fotografías en este artículo han sido cedidas por la organización de Les Ateliers de la Pensée. Desde Afribuku agradecemos especialmente la colaboración de Joyce M. Muvunyi  y de Bénédicte Samson.

2 Comentarios

  • Cléia Plácido
    Cléia Plácido

    Adorei a entrevista! Espero que em breve os Talheres possam acontecer no Brasil.

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  • Nuria
    Nuria

    Gracias por el artículo. He seguido los talleres en streaming, mientras el mundo se derrumba esta propuesta de mundo es vida e ilusión. Sabéis si hay proyecto de editar las publicaciones en castellano? Sería genial poderlo difundir por aquí. Un abrazo.

    Responder

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