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cultura africana contemporánea

Aji-Bi, las mujeres del reloj

Autor: Lioumness Magazine

Hace algunas semanas, les hablábamos del FIDADOC, el Festival Internacional de Cine Documental de Agadir, con el cual hemos colaborado en su 7ª edición, que se celebró del 4 al 9 de mayo [de 2015][1]. Hoy queríamos volver a analizar una película en particular, probablemente la que más nos sedujo, Aji-Bi, les femmes de l’horloge (Aji-Bi, las mujeres del reloj), el primer largometraje de Raja Saddiki. Descubrimos su trabajo en 2013, en el documental de Hind Bensari, 475, Break the Silence en el cual fue directora de fotografía y que trata del asunto Amina Filali. Laureada con la “Ruche documentaire 2014” [la colmena documental, programa de formación a la dirección de documental del FIDADOC][2], verdadera incubadora de talentos del festival, Raja era la única representante de Marruecos en competición internacional este año, y fue reconocida con el premio del público. ¿Chovinismo? En absoluto, y les vamos a explicar por qué.

Aji-Bi, les femmes de l’horloge cuenta la historia de unas mujeres senegalesas, “más fuertes que los hombres”, que pasan el día, y a veces incluso las noches, captando clientes con sus llamadas de atención, “aji khti, aji sahbti”, para ponerles pestañas postizas, trenzas o esmalte, enfrente de Bab Marrakech, en Casablanca. En su mayoría originarias de las zonas más desfavorecidas de Senegal, estas inmigrantes instalan sus pequeños negocios improvisados en los zocos de Marruecos, en algunos casos porque lo eligen así, a menudo porque no pueden cruzar las fronteras para entrar a Europa. Con una fotografía pulida y un sentido agudo del encuadre y de la composición, Raja Saddiki consigue captar la esencia de Casablanca con un realismo asombroso y una poesía insospechada. Como estas aji-bi, la ciudad blanca es ruidosa, agitada, a menudo hostil, pero sobre todo viva. Por el contrario, algunos planos, muy contemplativos, a veces acompañados de voz en off, compensan la saturación de sonidos y colores y permiten hacer una pausa para impregnarse mejor de este universo que la película nos describe.

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Y también está Marème, una joven de Dakar que Raja ha decidido seguir en su día a día y en sus luchas, antes de ampliar poco a poco su abanico de personajes y así demostrar que la realidad de Marème es a menudo compartida por “todas las que no esperan”. Lejos del miserabilismo que suele dominar este tipo de películas, Raja ha conseguido encontrar el perfecto equilibrio entre una realidad conmovedora, incluso a veces dolorosa y un discurso al mismo tiempo espontáneo y objetivo. Aquí, no hay adorno inútil ni lamentaciones excesivas: las mujeres demuestran su valor en cada secuencia, con abnegación y humildad. Han decidido estar aquí y están decididas en quedarse. De hecho, la escena que con certeza más nos conmovió es paradójicamente la más feliz de la película. Una escena de fiesta, en que las mujeres, arregladas y excesivamente maquilladas, hermosas en su extravagancia, se disfrazan con una felicidad colorida para cantar y bailar, pero sin nunca olvidar. En sus “cantos de sombra”, celebran incluso l’Magana, que las protege, testigo de su ardor. “Una lágrima por cada risa”, esta frase resume finalmente bastante bien lo que más tiene de enternecedor y de cómico la película. Si el propósito principal del documental no es la cuestión del racismo, no deja de ser sin embargo un tema tratado de manera implícita. El largometraje se convierte en el espejo de una sociedad marroquí en plena mutación, que se descubre cosmopolita y tierra de acogida, y no sólo como una sencilla pasarela hacia Europa. Nos coloca en la posición de testigo privilegiado de un fenómeno en desarrollo y del cual nunca nos tomamos el tiempo de medir la amplitud, y que nos conduce a menudo al rechazo del otro. Pero si esta película nos recuerda la triste actualidad de la inmigración clandestina, permite también captar de forma instantánea esta realidad en toda su complejidad. Lejos de representar una microsociedad hermética y desconectada de su entorno, Aji-bi elude las conclusiones apresuradas y simplistas y sugiere el matiz. Descubrimos la solidaridad insospechada que mantienen con sus compañeros de miseria marroquíes, con los cuales las tensiones están cristalizadas entre competencia, desconfianza y compasión, como en el caso de Khadija para quien las aji-bi tienen una ternura evidente a pesar de los insultos y de las peloteras.

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Una manera de abordar un tema de actualidad delicado y de contar al final una historia humana, más narrativa que informativa. Al respecto, Raja nos confiesa que ha pasado siete meses con las mujeres antes de ganarse su confianza e incorporarse en su vida cotidiana. ¿Qué le motivó hacer esta película? Un primer viaje a Senegal, donde ha sido muy bien acogida. Una experiencia que la ha enfrentado con la realidad de Casablanca, pasando todos los días delante de la antigua medina. “Mi abuelo era negro, de Marrakech, no podía quedar insensible y pasiva frente a la situación de estas mujeres, frente al racismo en mi propio país”.[…] Con esta primera película, Raja revela una visión inédita, tan estética como llena de sentido sobre la cuestión de la inmigración subsahariana en Marruecos.

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[1] Nota del traductor

[2] Nota del traductor

Traducción: Marion Berger (África es cine)

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