Por primera vez en sus más de diez años de existencia, el festival Afropunk llega a África Occidental, no mucho después de haber dado el salto atlántico aterrizando en Johanesburgo y en París. La ciudad elegida en este caso ha sido Dakar.
Los motivos no faltaban: con la bienal de arte en pleno rendimiento, este era el mejor momento para reunir a toda esa audiencia cosmopolita y cultureta que, como una legión, ha campado por la capital senegalesa. Afribuku no podía menos que acudir a esta cita que, durante tres noches, ha conseguido atraer como un imán a la «beautiful people» de la escena cultural dakarense.
A la entrada del hotel Sokhamon, en un extremo del barrio administrativo de Plateau, se erige una colorida fila de figuras, entre elegantes y estrambóticas. Llama la atención desde fuera tanta extravagancia amontonada, en un lugar supuestamente refinado, pero no es ninguna sorpresa para quien conoce la marca de Afropunk. Su reputación global es la de ser una pasarela de moda de la cultura negra norteamericana -ahora también sudafricana y francesa. Aunque hubo un tiempo en que las cosas eran bien diferentes.
Precisamente, la crítica principal que recibe Afropunk es la de haberse convertido en un evento mainstream, muy alejado de sus orígenes. «Yo conocí Afropunk hace unos 15 años en Brooklyn, cuando era un sitio donde se juntaban punks negros y tipos así. Conozco a Matthew de esa época«, nos dice el conocido músico Keziah Jones, reclamo de cartel en esta primera edición de Dakar. Se refiere a Matthew Morgan, cofundador y actual director del festival, presente en la inauguración senegalesa. Ligero fallo de cálculo del nigeriano: en realidad, hace poco más de una década que nacía el festival, en 2005, inspirado por el documental homónimo de 2003 dirigido por James Spooner, el otro cofundador, quien hoy está fuera de la organización. Mucha gente atribuye a la salida de Spooner el giro de rumbo de Afropunk que, de un encuentro gratuito que daba cabida a toda esa comunidad negra minoritaria en los círculos punk y de músicas alternativas, se ha transformado en una especie de franquicia exportable, con billetes poco asequibles y una programación nada insurrecta. «Con el tiempo han tenido que llegar a compromisos, supongo que es algo natural«, prosigue Keziah con su habitual tono afable. La gentrificación de Afropunk parece un drama inevitable y tal vez no tan grave.

Por los muros del hotel Sokhamon podemos leer mensajes como «No a la xenofobia», «No a la homofobia» o «No al sexismo». No podemos evitar preguntarnos si consiste en algo más que meros eslóganes para alimentar el espíritu alternativo de los asistentes. Por suerte, la luz nos la arrojan los propios artistas convidados, entre los cuales se encuentran varios reconocidos por su activismo y su compromiso político. Es el caso del togolés Elom 20ce, quien no ha dejado de ser censurado desde la distancia por algunos de sus fans. Su posición es clara y sin complejos: «Somos nosotros, los artistas que defendemos causas contra el racismo, la xenofobia y otras formas de exclusión, quienes debemos tomar estos espacios para insuflar eso que la gente dice que falta en un festival como Afropunk«, nos aclara. Junto a músicos con un mensaje más crítico, como los raperos Rhapsod o Nitt Doff, ha habido espacio para grupos inclasificables como Tie & the Love Process, una composición que mezcla jazz y slam con sonidos más pop, y cuya voz principal no deja indiferente por su calidez y personalidad.

Fiel a su cosmos «alienígena», el senegalés Ibaaku, abanderado de la electrónica experimental, hace acompañar su set con una performance muy especial de la mano de la marca de ropa Bull Doff. Un grupo de personas ataviadas con atuendos afrofuturistas, entre las que se podían encontrar caras muy conocidas de la cultura alternativa de Senegal, irrumpe en el espacio principal del festival. Segundos más tarde hay una escisión y, entre los dos grupos que se forman, surge visiblemente una discusión. Baay Sooley, a la cabeza de Bull Doff, nos explica: «Habla sobre la ruptura entre el pasado y el presente, tradición y modernidad, y de cómo encontrar un punto de medio de negociación (…) Representa el momento en que es necesario pararse para reconsiderar una situación o superar una crisis (…) Hace referencia a la sociedad, pero también a un momento vital o a una relación de pareja«. Como no podía ser de otra manera, la moda ha tenido su espacio dedicado en una especie de showroom donde podíamos ver diseños de la mencionada marca Bull Doff, junto con los de la talentosa diseñadora senegalesa Selly Raby Kane.
Un hueco importante han encontrado igualmente dj sets como el de Dj Cortega (Electrafrique), Dj Underdog o Raasham Ahmad (en portada), llenando la pista de baile y dejando de lado implicaciones políticas o activistas, más allá de las letras de las canciones. Músicos como Majnun o Alibeta, programados inicialmente, no han podido actuar por problemas ajenos al festival, aunque asistían como público. Con ellos cerrábamos el festival bailando, después de preguntarnos conjuntamente cuánto de pose y cuánto de profundidad había entre los asistentes. » ¿Sabes qué?«, concluía el senegalés Ali Beta, «al fin y al cabo, aquí estamos en el Afropunk, así que ¡vamos a pasarlo bien!»





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* Daichi es un fotografo japonés basado en Dakar. Más información en su web : https://www.daichiphotography.com/