Conocí
Durante la I Feria del Libro de Maputo, que se celebró en abril de 2010, tuve el gran placer de contar con la presencia del magnífico escritor de Guinea Ecuatorial Donato Ndongo (otro día hablaré de esta experiencia, que sin duda merece más de una entrada en afribuku). Un domingo de descanso, en uno de tantos paseos por la periferia maputiense, decidimos visitar de improviso a Malangatana, que vivía en el popular barrio del Aeropuerto. Su casa llama especialmente la atención por sus enormes dimensiones en medio de un suburbio de clase media, y por la maravillosa decoración de las rejas y de los azulejos de la fachada. Uno de sus hijos nos abrió la puerta y, al explicarle que Donato Ndongo quería conocer a Malangatana, nos hizo pasar enseguida. Al entrar en su taller, entre el desorden de lienzos por terminar y papeles con esbozos de nuevos proyectos, se escuchaba al artista roncar. Le comenté a su hijo que podríamos volver otro día pero insistió, nos acercó al sofá donde dormía y acabó despertándole. Malangatana se repuso del sueño rápidamente, pidió una botella de agua y nos atendió con toda naturalidad. Presenté a los dos titanes de la cultura de Mozambique y Guinea Ecuatorial, y a partir de ahí la conversación derivó hacia la lucha contra la colonización, Obiang, el exilio y sobre todo África.
Malangatana nos invitó a pasear libremente por su casa y a deleitarnos con su extraordinaria obra. Mientras tanto él nos esperaría en su taller pues en aquella época tenía problemas de movilidad. La zona de exposición es una sucesión laberíntica de salas donde topamos con lienzos acabados por todos sitios pero que, poco a poco, van encontrando su espacio en las paredes. Donato estaba maravillado con el pintor, no paraba de repetir que era una pena que un artista de su talla no fuera conocido universalmente. Una vez más, la falta de visibilidad de la cultura africana. Al llegar al taller, Malangatana estaba concentrado pintando un pequeño retrato con ceras. Lo terminó al instante y se lo ofreció al escritor guineano como gesto de agradecimiento por su visita. Donato, emocionado, me pidió que le remitiera cuanto antes un ejemplar de su obra estelar “Las tinieblas de tu memoria negra”, algo que por supuesto hice unos días después. En ese momento, Malangatana cogió en brazos a Koratsi, el bebé que nos acompañaba, lo zarandeó levemente mientras entonaba una melodía que alternaba con un cuento tradicional. Así era “el cocodrilo”, como se le conoce en su lengua materna, tan humano y tan espontáneo como todas sus creaciones. Siempre lo recordaré como uno de los mayores genios que habré conocido en toda mi vida, que además de un pintor extraordinario, fue puro compromiso en el periodo de mayor efervescencia política en Mozambique. Este poema nos da una idea de su sentir en relación a la colonización portuguesa en su país:
“Oh, sinhor, oh sinhor (“Oh, señor, oh señor)
Eu há-de andar (yo tenga que andar)
Mas minhas pernas doi (pero mis piernas duele)
Doi de andar maningui (duele de andar mucho)
Um ano andar e andar (un año andar y andar)
Mochila não pesa, pesa mulungu”. (la mochila no pesa, pesa el hombre blanco»).
Canção de um velho Canción de un viejo
Malangatana Valente Ngwenya Malangantana Valente Ngwenya
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