Autor: Olivier Barlet (Africultures)
Estrenada
The Sea is Behind es en blanco y negro, “en un país sin color”. La película es como el país: árida. Larbi (Árabe), el caballo que debe escoltar a los novios se niega a avanzar, su jinete desesperado siente que llega su fin. Tarik, el personaje principal, se encierra en su propio mutismo, sin reacción al desprecio y a las vejaciones de un policía islamista gánster. Solo tiene una obsesión: comprender por qué los perros se olfatean cuando se cruzan. En un país donde la vida es un combate de boxeo, donde las relaciones entre las persones se deciden como en una jugada de béisbol, una comunidad de marginales encuentra en los rincones desolados de unas fábricas abandonadas los últimos espacios libres para vivir su propio nihilismo: “la vida para nosotros solo es derroche”.
Sin embargo, en las humillaciones del mundo árabe no existe la fatalidad. Dolorosamente, cada uno busca un sentido a su vida, y Tarek, el más fatalista de todos, víctima patética, guarda luto y renace. Este mundo de supervivientes podría ser el que sucede a las primaveras árabes, donde cada uno busca su lugar, más allá de la virilidad que no obstante persiste de forma omnipresente y estructurante. Tarik no es homosexual: se viste de mujer para el ritual tradicional por el cual la novia va detrás de una carroza en la que baila un travesti. Esto supone una descarga de violencia contra su persona. Pero Larbi, el caballo agotado, se niega a avanzar: ¿Cómo se puede progresar en este mundo al estilo Mad Max, en esta sociedad bloqueada donde se reprime la diferencia?
El mar está detrás de nosotros: es lo que la leyenda atribuida a Tarik Ibn Ziad (que hace aparición en la película), cuando se dirige a sus tropas en el año 711, después de haber quemado los barcos del ejército que capitanea hacia la conquista de Andalucía. Para este Tarik contemporáneo tampoco hay retorno, “solo nos queda la sinceridad y la paciencia”. Como en unos dibujos animados, tendrá que sufrir pero también afrontar este mundo de ciencia ficción, este mundo de salvajes sin corazón. En el fondo, es como Yacine (Samir Guesmi) en Andalucia de Alain Gomis: un ser extraño a este mundo y sin ilusión, que pertenece pero que es diferente, integrado pero errante, desestructurado, sin ataduras, sin lugar. Pero si Yacine navega activamente entre los mundos en una suerte de limbo, Tarik se entrega a la indiferencia antes de reaccionar y de poder entrever el mar en color.
El blanco y negro refuerza la distancia entre el relato y el espectador para elevar la película al rango de fábula contemporánea. El formalismo de la puesta en escena y las elipsis imposibilitan el realismo para lograr una mayor transgresión: es el grito lo que estimula a Hicham Lasri en sus películas, un grito que impide que entre en bucle.
Paradójicamente, su objetivo es el de la dignidad. No el de la virilidad de los héroes de pacotilla sino el de los que confiesan sus debilidades, como Lofti, el policía acosador que le arrebata a Tarik su casa, su mujer y sus hijos. Detrás del absurdo y de la comedie negra se perfila una ternura por los personajes extremos y por las mujeres que saben decir no. La vena felliniana exacerbada de Lasri puede desconcertar, pero más allá de su toque surrealista, reconozcamos que su fórmula es desoxidante.
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Artículo publicado originalmente en Africultures:
Traducción: Alejandro de los Santos Pérez